Ayer, sábado por la noche, escuché las tres horas de entrevista que le hizo el realizador Ian Padrón. Israel fue muy respetuoso, aferrado a una vieja amistad forjada en el trabajo. Durante 180 minutos soportó las impertinentes preguntas de “su amigo”, y los grotescos comentarios de una audiencia propia de ese espacio. De ahí que me inspirara a escribir estas líneas.