Decenas de millones de brasileños enfrentan hambre o inseguridad alimentaria mientras la crisis de COVID-19 se prolonga y mata a miles diariamente. Las escenas, que proliferan en los últimos meses en las calles de Brasil, son una cruda evidencia de que la apuesta del presidente Jair Bolsonaro −evitar políticas de salud pública para controlar el virus esgrimiendo argumentos económicos− ha fracasado.