Es un hecho que, de todos los países europeos, España juega el papel más condenable. La ruindad de los ibéricos hacia Cuba, más que una desvergüenza, es un crimen. Moisés Leonardo Rodríguez parece ignorar que la interferencia en los asuntos internos y la más descarada violación de nuestra soberanía, vienen directamente de España, de sus políticos y empresarios. Olvida que fue el gobierno de Pedro Sánchez el que vendió a Díaz-Canel armas para sus fuerzas represivas.
El castrismo hotelero, o la sociedad mixta Castro & Hnos., es una sucursal que tiene su sede en Láncara y Palma de Mallorca. Cuba es una factoría y un cabildo peninsular, y el castrismo es la perpetua injerencia en nuestros asuntos internos. Por eso el ex embajador de la Unión Europea en La Habana, el colaboracionista Alberto Navarro, se negó a distanciarse de la tiranía. Prefirió que lo sacaran del cargo soberanamente.
Josep Borrell, el alto representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, es agente y consejero de la Castro Corporation, propagador de la teoría conspirativa del bloqueo yanqui y negacionista del embargo interno. Ni Meliá Hotels International, ni La Moncloa, ni la más zafia turista castellana están interesados en importunar a sus amigotes comunistas. Como tampoco lo estuvieron Manuel Fraga, Rodríguez Zapatero o el generalísimo Francisco Franco.
Por eso, la próxima marcha debe ser concebida, en contra de lo que propone Corriente Martiana, como trastorno e interrupción de la normalidad que le ha sido impuesta al cubano por un neoliberalismo de Estado con sede en Bruselas. La Unión Europea ha sido nuestra peor enemiga en los últimos 40 años, llegó la hora de admitirlo.
El 15 de noviembre, como todas las fechas de resistencia que vengan después, deberá ser la tranca que el pueblo cubano arroje al engranaje económico de la dictadura. Un pastel de merengue en la cara del turista apolítico que lucha en su propio país por la independencia de Catalunya o Guipúzcoa. El 15 de noviembre ha de ser la fecha en que un gobierno libre y auténticamente soberano, decretado por nuestros okupas del Capitolio, proclame la definitiva salida de Cuba de la Organización de Naciones Unidas.
Cuando la Unión Europea y la ONU sean entendidas como obstáculos, y no como garantes de nuestras aspiraciones, comenzaremos por fin a actuar por cuenta propia.