GUANTÁNAMO, Cuba. — En las guerras por la independencia cubana hay muchas familias que alcanzaron gloria en la manigua, muchas de ellas desconocidas por la mayoría del pueblo. Entre ellas está la del General de División del Ejército Libertador (EL) Saturnino Lora Torres, de cuya desaparición física se cumplen este 29 de septiembre 100 años.
Hermanos suyos fueron el coronel Alfredo y el también General de División Mariano Lora Torres, mucho menos conocidos, aunque sus hojas de servicios por la libertad de la patria son igualmente brillantes. También fue sobrino del General de División Mariano Torres.
Nació en Baire, Oriente, el 29 de noviembre de 1858 y se inició en las luchas por la independencia cuando se alzó en Jiguaní al mando de un numeroso grupo de hombres, en octubre de 1879, para participar en la Guerra Chiquita, donde sirvió como ayudante de campo de su tío, el entonces coronel Mariano Torres. En esa contienda alcanzó el grado de capitán del EL.
En 1890 participó en la conspiración conocida como “La Paz del Manganeso”, cuyo fracaso provocó la expulsión de Cuba de Antonio Maceo, Flor Crombet y otros patriotas que acabaron presos, desterrados o en el exilio debido a la feroz persecución de la metrópoli.
El Mayor General Guillermo Moncada le ordenó dirigir el pronunciamiento armado en su poblado natal el 24 de febrero de 1895, fecha que ha trascendido en nuestra historia como “El grito de Baire”, aunque ya está comprobado que en ese lugar no hubo ninguna acción militar significativa, lo que sí ocurrió en otros lugares del país. Ese día Saturnino Lora se alzó al frente de un numeroso grupo de combatientes y tres días después entregó el mando de la tropa al coronel Jesús Rabí.
Participó en el combate de Peralejo el 13 de julio de 1895, uno de los más importantes de la denominada Campaña de Oriente, protagonizada por el General Antonio Maceo antes de iniciar la invasión hacia el occidente del país junto con las tropas del Mayor General Máximo Gómez.
A pesar de que el campamento mambí fue penetrado por dos espías que se hicieron pasar por vendedores —quienes lograron desinformar al Titán de Bronce— y de que este no contaba con suficientes cartuchos, el valeroso jefe militar cubano estuvo a punto de capturar al mismísimo capitán general español Arsenio Martínez Campos, a cuya tropa causó más de 400 bajas, entre ellas la del General Fidel Alonso Santocildes, aunque los mambises tuvieron 116 bajas, entre ellas las de los coroneles Goulet y Sánchez y la del comandante Moncada.
Otros combates significativos en los que participó durante la que José Martí calificó como “guerra necesaria” fueron los de Las Mercedes (19-12-1895), Santa Teresa (26-3-1896), Pozo Cuadrado (16-8-1896) y Alegría (17-8-1896), donde resultó gravemente herido y por ello tuvo que permanecer en convalecencia hasta enero de 1897, fecha en que se reincorporó a la lucha haciéndose cargo de la jefatura de la segunda división del segundo cuerpo de ejército de Oriente, cargo para el cual había sido nombrado desde el 7 de diciembre de 1896 por el Mayor General Calixto García Iñíguez, Jefe del Departamento Oriental.
Al comienzo de 1898 había participado en 60 combates y a finales de abril de ese año participó en el ataque y la toma de Bayamo bajo el mando de Calixto García.
Entre el 24 y el 26 de junio de 1898 embarcó con su Estado Mayor en el buque estadounidense “Álamo” para desembarcar en playa Siboney, en las cercanías de Santiago de Cuba, siendo responsable de la ejecución de importantes acciones militares dirigidas a cortar las comunicaciones de las tropas españolas acantonadas allí, gracias a lo cual se lograron ocupar satisfactoriamente los poblados de San Vicente, Boniato y Dos Bocas.
En 1903 fue nombrado jefe del regimiento de la Guardia Rural en toda la provincia de Oriente, con el grado de coronel del ejército de la naciente república democrática. Murió en Baire el 29 de septiembre de 1921.
El pueblo cubano quizás recuerde más al General Saturnino Lora porque un hospital santiaguero lleva su nombre. Esa fue una de las instalaciones civiles tomadas por las fuerzas de Fidel Castro durante el asalto al Cuartel Moncada y el Palacio de Justicia el 26 de julio de 1953.
De esa acción terrorista llevada a cabo en el hospital todavía se desconocen numerosos detalles y datos que coadyuvarían a que todos los cubanos tuviéramos una visión objetiva e imparcial de lo ocurrido. Todavía están por darse a conocer a nuestro pueblo —sobre todo a las generaciones más jóvenes— algunas acciones extremadamente crueles cometidas por los asaltantes en ese hospital, que retrataron muy bien su alma y la de quienes pocos años después obtendrían el poder y enrumbarían a Cuba por una senda de violencia, crímenes y abusos que se prolonga por más de sesenta años.
Pero quienes conocen la historia saben muy bien que el nombre de este ilustre héroe cubano, al igual que el de muchos otros mambises y el de numerosos jóvenes que se alzaron en sierras y ciudades para combatir la dictadura de Batista, jamás podrá vincularse con la ideología comunista, por mucho que hagan quienes hoy desangran a nuestra patria.
Si hoy Saturnino Lora viviera y conservara en su alma la defensa de la libertad de la patria como un principio ineludible, estoy seguro de que estaría acompañando en las numerosas ergástulas del castrismo a los valientes cubanos que salieron a las calles a protestar contra esta dictadura el pasado 11 de julio.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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