Hace sesenta años en las arenas de Playa Girón se fundieron varios trazos de vida para contribuir a la epopeya mayor. Lo hicieron también en los aeropuertos bombardeados, o en los caminos que las bombas borraron para los carboneros de la ciénaga. Un miliciano, un piloto de combate, unos campesinos, unos jóvenes. Cada uno de ellos dejó allí su pequeña parte de destino y su dosis de tristeza, dolor y vida. Estas son sus historias.