- Por Granma
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El 16 de octubre de 1953, en el salón de enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, aconteció algo sui generis: los postulados de los manifiestos de La Demajagua (1868) y de Montecristi (1895), programas de lucha de la única Revolución Cubana, se fusionaron, ya no en la manigua, sino en la potente voz de Fidel, al pronunciar un alegato de autodefensa en el que se redimía y vindicaba a la Patria ultrajada.