La crisis generada por la COVID-19 ha profundizado las desigualdades entre países desarrollados y en desarrollo y ha resaltado la necesidad de transformar la injusta, desigual y antidemocrática arquitectura financiera internacional.Los países en desarrollo tienen el desafío de enfrentar los crecientes gastos en salud, la contracción de sus economías, el aumento de los déficits fiscales, la deuda externa, la inseguridad alimentaria, el desempleo y la pobreza.