Lidia Doce Sánchez y Clodomira Acosta Ferrales fueron dos humildes mujeres campesinas, mensajeras del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra que cumplieron con valor y audacia misiones encomendadas por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, y murieron tras terribles torturas el 17 de septiembre de 1958, hace 63 años.
Lidia nació el 27 de agosto de 1916. Ya era una mujer madura de 40 años al producirse el desembarco del Yate Granma, en diciembre de 1956, y decidió incorporarse al Ejército Rebelde al igual que su hijo Efraín, al encontrarse con las fuerzas del Che Guevara en San Pablo de Yao.
«Conocí a Lidia apenas a unos seis meses de iniciada la gesta revolucionaria», recordaba el Che. «Estaba recién estrenado como comandante de la cuarta columna y bajábamos, en una incursión relámpago, a buscar víveres al pueblecito de San Pablo de Yao, cerca de Bayamo, en las estribaciones de la Sierra Maestra. Desde el primer momento ella, cuyo único hijo había pertenecido a nuestra columna, se unió entusiastamente y con una devoción ejemplar a los trabajos de La Revolución».
Lidia llevó y trajo de la Sierra Maestra los más importantes mensajes, cumplió las más arriesgadas misiones entre el llano y las montañas, condujo ejemplares del periódico guerrillero El Cubano Libre, medicinas y todo cuanto se le ordenó transportar.
Al trasladarse el Che y su columna a Vegas de Jibacoa, Lidia, que se encontraba bajo sus órdenes, fue designada jefa de su campamento auxiliar que contaba con 40 guerrilleros. Su actitud firme y serena provocó cierto resquemor entre los hombres no acostumbrados a estar bajo órdenes de una mujer.
Cuando el Che comenzó la invasión a Las Villas, ella debía ser el principal enlace suyo con La Habana y la Comandancia General, pero Lidia no pudo realizar dicha misión, por ser capturada en la capital cumpliendo una importante misión junto a su compañera de lucha Clodomira Acosta.
Clodomira nació en Cayal, Manzanillo, el 1ro. de febrero de 1936. Era miembro del Movimiento 26 de Julio clandestino, fue una valerosa luchadora por la causa de la libertad de Cuba durante la guerra contra la dictadura de Fulgencio Batista y se incorporó en calidad de mensajera en la Columna No.1 del Primer Frente. Aunque era campesina analfabeta, poseía inteligencia, valor y perspicacia natural, armas que empleó para burlar las trampas de la tiranía desde su incorporación con 20 años de edad al Ejército Rebelde.
Ambas combatientes protagonizaron numerosas hazañas en la guerra, antes de coincidir en una delicada misión que las llevaría hasta La Habana, donde serían capturadas por una delación y la traición de un prisionero.
El 11 de septiembre de 1958 fue ejecutado un confidente de los cuerpos policíacos de la tiranía en Regla, lo cual desató una gran represión en toda la capital. Uno de los detenidos no pudo aguantar el interrogatorio al que fue sometido y delató el paradero de los compañeros que ejecutaron esa acción.
Recientemente habían llegado a La Habana dos mensajeras de la Sierra; primero Lidia y después, el 9 de septiembre, Clodomira. Ambas se hospedaron en la casa de un combatiente clandestino que, por la delación, fue asaltada por la policía a altas horas de la noche. Después de golpearlos brutalmente fueron acribillados a balazos Alberto Álvarez de 21 años de edad, Leonardo Valdés de 23, Onelio Dampiel de 22 años y Reynaldo Cruz de 20 años. Lidia y Clodomira se abalanzaron sobre los asesinos, siendo arrastradas fuera del edificio y posteriormente llevadas a la 11na. Estación de Policía.
La declaración del cabo Caro en el juicio que se le siguió y antes de ser ejecutado, dio detalles sobre la muerte de Lidia y Clodomira: «(…) del reparto Juanelo fueron conducidas a la 11na. Estación (…) el día 13 (Esteban) Ventura las mandó a buscar conmigo y las trasladé a la 9na. Estación. Al bajarlas al sótano que hay allí, Ariel Lima las empujó y Lydia cayó de bruces, casi no podía levantarse y entonces él le dio un palo por la cabeza saltándoseles casi los ojos al darse contra el contén (…) La más vieja, Lidia, ya no hablaba, solo se quejaba. Estaba muy mal, toda desmadejada.
«El 14 por la noche Julio Laurent (Servicio de Inteligencia Naval) llamó a Ventura y le preguntó si ya habían hablado y este le dijo: Los animales estos le han pegado tanto para que hablaran que la mayor está sin conocimiento y la más joven tiene la boca hinchada y rota por los golpes, solo se le entienden malas palabras. Laurent solicitó que se las enviara y Ventura se las mandó conmigo prestadas, pues eran sus prisioneras. Fuimos en el carro de leche».
Después de fracasar Laurent en sus torturas sin lograr sacarles una palabra, en la madrugada del 15, ya moribundas, las metieron en una lancha, en La Puntilla, al fondo del Castillo de la Chorrera, y en sacos llenos de piedras las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer en el mar donde desaparecieron sus cadáveres el 17 de septiembre de 1958.
Al referirse a ellas, Fidel dijo: «Mujeres heroicas. Clodomira era una joven humilde, de una inteligencia y una valentía a toda prueba, junto con Lidia torturadas y asesinadas, pero sin que revelaran un solo secreto ni dijeran una sola palabra al enemigo».
En este 63 aniversario de su asesinato, reciben el homenaje de su pueblo al cual representaron dignamente y se mantuvieron firmes hasta la muerte.