Pequeño optimismo enmarcado en una enorme cautela, despierta la videoconferencia sostenida este 30 de marzo entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin y su homólogo francés, Emmanuel Macron, así como la canciller alemana Ángela Merkel. Que se hayan referido a la posibilidad de unir esfuerzos para enfrentar la COVID-19, resulta, por sí solo, un estimulante resultado que se calza con la perspectiva de registrar y producir en Europa la Sputnik V, vacuna hasta el momento desdeñada en algunas capitales del Viejo Continente, bajo el absurdo de que le sirve a Moscú como exponente político.
Cuando el contagio se extiende de forma alarmante y los perjuicios económicos tras un año de pandemia se acumulan, surgen imponderables (el incumpliendo de grandes farmacéuticas con respecto a los contratos pactados por la Unión Europea con ellas) y situaciones irregulares como que el Reino Unido tiene inmunizado al 30% de su población y el resto de sus antiguos socios no llega al 10%, aunque se hayan preocupado por procurar el freno a la enfermedad. La urgencia parece haber derribado algún muro de malquerencia infundada.
En ese mismo tercer mes del 2021, se había registrado un hecho que da idea del encono con el cual se aprecian y »