Lamentables las noticias llegadas desde la Florida, Estados Unidos, relacionadas con el ascenso de la pandemia de la COVID-19.
Vuelvo al tema, porque precisamente desde allí, donde el odio convertido en política marcha a la par con la crisis sanitaria, algunas autoridades, medios de comunicación y de la mafia cubanoamericana insisten en alentar acciones desestabilizadoras contra nuestra nación.
En medio de una explosión mediática, en la que resaltan el mal gusto, la superficialidad y –lógicamente– el odio, donde se exalta al bloqueo y se piden nuevas sanciones contra Cuba, proyectos solidarios como Puentes de Amor, no tienen espacio en los grandes medios, son ignorados y a quienes los tienden hasta los amenazan y agreden.
Pero hay otra realidad. Son muchos –está bien demostrado– los que en la Florida, no víctimas de ese odio enfermizo y con respeto a la ideología que puedan tener y la religión que practiquen, se sienten comprometidos con familiares y amigos de Cuba que los vieron nacer, y apuestan por exigir al Gobierno de Joe Biden que acabe de suspender –como lo prometió y no lo ha cumplido– las 243 medidas añadidas por su antecesor Donald Trump al criminal bloqueo de más de seis décadas, al que también este presidente demócrata debiera poner fin.
Los que desde Miami hasta han pedido una intervención humanitaria –léase militar–contra Cuba, o fomentaron un sos a propósito del incremento de los contagios provocados por la variante Delta del coronavirus, debían abstenerse de usar esa vulgar política, y exigir allí –en sus casas– que las autoridades enfrenten la estrepitosa alza de la pandemia en ese estado, que ya supera un récord de contagios y fallecidos.
Resulta doblemente lamentable lo que recoge una muy reciente información publicada en El Nuevo Herald: «la Florida agregó 21 189 casos de coronavirus a su conteo el pasado sábado, según cálculos hechos por el diario sobre los datos reportados por el Departamento de Salud de ese estado y publicados por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Resulta triste que en un estado, donde 3 200 682 personas han dado positivo a la prueba de la COVID-19 y 43 651 han muerto, según las cifras más recientes de los CDC, se pretenda dar lecciones injerencistas y hasta recomendar intervenciones humanitarias contra nuestro país, donde, por cierto, los protocolos para enfrentar la pandemia y el control diario está al más alto nivel del Estado y del Gobierno, y han permitido el manejo de la enfermedad y una incomparable menor cifra de contagiados y de fallecidos.
Solo este lunes, según el citado medio, la Florida agregó 902 muertes y 31 164 casos de coronavirus.
La saturación de casos ha provocado que en hospitales de la Florida, Carolina del Sur, Texas y Luisiana se reporte escasez de suministro de oxígeno, y en algunos casos ya usan las reservas e, incluso, hay riesgo de quedarse sin el gas medicinal de manera inminente, según reportes de CNN.
La propia televisora estadounidense cita a la Coalición Médica para Desastres de la Florida que ha comprado 14 morgues portátiles con capacidad para 12 fallecidos cada una, debido al incremento de muertos en ese estado.
El doctor Ahmed Elhaddad, director médico de la uci en el Centro Médico Jupiter, en la Florida, dijo que está frustrado y «cansado de ver a la gente morir y sufrir porque no se vacunaron». Estamos viendo que los pacientes mueren más rápido con esta variante (Delta)», precisó.
Y advirtió: «Esta vez estamos viendo pacientes más jóvenes (de 30, 40, 50 años)… Tienen hambre de oxígeno. Desafortunadamente, esta vez están muriendo más rápido».
Otros reportes advierten de la cantidad de casos de la COVID-19 en instituciones para ancianos y resulta terrible leer que «…en la mayoría de las residencias de ancianos se han mostrado reticentes a imponer la vacunación a los empleados, porque no quieren perder trabajadores en favor de un competidor que no exija la inoculación o que más personas se vayan a otros sectores».
Esta triste realidad –típica de la propiedad privada en los servicios de salud– es parte de un panorama mucho peor que se puede resumir en los pronósticos ofrecidos este 1ro. de septiembre por la Universidad Johns Hopkins, que estima habrá más de 200 000 nuevos fallecidos por coronavirus en Estados Unidos antes del 19 de septiembre, y que serán más de seis millones los contagiados por el virus en ese país.
Pienso que hay motivos más que suficientes para que la poderosa potencia estadounidense, y por añadidura el estado de la Florida, se preocupen y OCUPEN –así, en mayúsculas– por la crisis con el manejo de la pandemia. El Presidente del país y algunos gobernadores estaduales, como el de Florida, deberían usar las energías y el dinero para controlar la COVID-19 y no para politizar la pandemia y fabricar campañas contra la Cuba digna que resiste y vencerá esta enfermedad.