Alguien, conversando en la acera de los bajos de mi casa, decía a su interlocutora que el tema era que no se le podía echar la culpa al bloqueo. Escuché luego que se referían al comercio electrónico –con Tuenvío incluido–, del que, con razón o sin ella, se comentaba lo peor.
Aquello me dio una especie de «cosquilla» y decidí buscar información que, al menos, presentara a la opinión pública qué ha sido y sigue siendo el bloqueo, las sanciones y los países más afectados.
Pensemos primero que Estados Unidos, desde que se emitió la Declaración de Independencia, el 4 de julio de 1776, emprendió el camino de la democracia, y se ha propuesto fortalecerla desde esa fecha. Aceptemos entonces que cada país y gobierno tienen el derecho refrendado, por quienes lo eligieron, a construir el modelo de sociedad que se propongan.
Me vienen a la mente muchas interrogantes. ¿Quién y en qué momento inventó la cruel política de sanciones que una potencia muy desarrollada aplica a otros países soberanos? ¿Cuándo Estados Unidos impone una sanción, qué razón argumenta como excusa? ¿Resulta democrático sancionar a alguien por el solo hecho de no coincidir con los conceptos de gobierno de Washington?
Las administraciones estadounidenses –todopoderosas y arrogantes– de la primera a la última, se empeñaron en aplicar esa política, en vez de usar la solidaridad y la cooperación.
Contra Cuba, ya pasan las seis décadas de bloqueo. El motivo inicial fue no compartir con la Isla lo que llamaron «apego al comunismo» y las relaciones de nuestro país con la entonces Unión Soviética. Luego se han ido formulando nuevas maneras y pretextos, según el mandatario de turno y su adhesión a la mafia cubano-americana de Miami. Hasta han reconocido que el único objetivo es asfixiar al pueblo cubano con crueles medidas para tratar de provocar la caída del sistema de gobierno de la Isla.
Las sanciones de las últimas décadas contra Venezuela tienen igual propósito, con el añadido de apropiarse de los grandes recursos energéticos de la nación bolivariana. Ocurre igual contra Nicaragua, donde se proponen acabar con el sandinismo.
Contra Rusia aplican sanciones, entre otras cosas, porque ese país, en pleno acuerdo con Europa, construye un gran gasoducto a través del mar hasta Alemania, que garantizaría seguridad, estabilidad y precios más bajos del gas, imprescindible para la población de países que durante gran parte del año padecen bajas temperaturas.
A China la sancionan porque la nación asiática se desarrolla a tal velocidad que muy pronto será la primera potencia económica mundial.
A la República Popular Democrática de Corea le aplican sanciones por su firmeza, al no ceder a ninguno de los chantajes de Washington, que desarrolla cada vez más sus armas nucleares, pero no permite que otros países cuenten con ellas.
Contra la República Islámica de Irán, usando como aliado al Gobierno sionista de Israel, han querido, con sanciones, que la nación persa renuncie a su desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos.
Otro tanto sucede contra Siria, país agredido al que fuerzas militares estadounidenses, ilegalmente instaladas allí, roban su petróleo y trigo, y contribuyen a que los grupos terroristas se mantengan actuando contra la nación árabe.
Otros muchos casos de países sancionados pudieran agregarse a esta lista, pero la pretensión de este comentario no es otra que dar argumentos para que los incrédulos sepan por qué Estados Unidos aplica bloqueos y sanciones a naciones independientes, solo porque no comulgan con su sistema de gobierno o por intereses geopolíticos.