El 26 de agosto de 1962 comenzó la primera campaña nacional de vacunación en Cuba, antecedente que muestra la decisión de la Revolución por preservar la salud del pueblo con soluciones efectivas, como mismo hace ahora con la vacunación masiva contra la pandemia de la COVID-19.
Hasta el triunfo de la Revolución, en Cuba la poliomielitis era un mal endémico que dejaba a unos 300 menores, cada año, sufriendo de parálisis después de contraer la enfermedad. Fue justamente el continente americano el primero que logró su eliminación, y Cuba el primer país de la región en hacerlo.
La polio apareció en nuestro país a finales del siglo XIX y desde 1932 a 1962 se registraron 413 000 infectados y 430 fallecidos. El país sufrió cinco grandes epidemias, en los años 1934, 1942, 1946, 1952 y 1955 de esta enfermedad ancestral, que se calcula empezó a afectar al mundo hace más de 3 000 años.
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que una de cada 200 infecciones produce una parálisis irreversible, fundamentalmente de las piernas, y de un 5 a un 10 % de estos casos, fallecen por inmovilidad de los músculos respiratorios.
En el año 1995, Cuba recibió la Certificación de Erradicación de la Poliomielitis, por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), tras su reconocimiento por la entonces directora asistente de la OPS, Mirta Roses Periago, quien consideró que: «la conjugación de los recursos del avance científico-tecnológico, la voluntad política y la concepción del Estado, la participación popular, el modelo ético social del desarrollo, la solidaridad internacional y la cooperación técnica se presentó en 1962, en Cuba, y así nació la Primera Jornada Nacional de Vacunación. Su concepción, su ideología, sus instrumentos, su metodología, sacudieron al mundo».
Para llevar a cabo la campaña iniciada en 1962, Cuba tuvo que movilizar unos 100 000 miembros de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), con el propósito de que estos realizaran el censo de la población a vacunar, que en aquel momento estaba compuesta por los niños desde un mes de nacidos hasta los 14 años de edad.
La participación de los CDR fue clave. Brindaron sus locales para comenzar la vacunación, pues aún no estaba conformado el programa del médico y la enfermera de la familia, y junto con la Federación de Mujeres Cubanas en el trabajo con las madres y los niños, el apoyo en zonas rurales de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, y la intensa divulgación en los medios de prensa que movilizó e informó a toda la población, garantizaron el éxito.
Esta primera campaña tuvo, como objetivo general, controlar la incidencia de la enfermedad y, como objetivo específico, inmunizar con dos dosis de vacuna antipoliomielítica a 2 567 803 niños menores de 15 años, que eran el 35 % de la población total del país. Se inmunizaron entonces 2 216 022 niños menores de 15 años para una cobertura del 86,2 %.
Varios países participaron en esta primera batalla contra la poliomielitis en Cuba, entre ellos la antigua Unión Soviética, que brindó al país la vacuna necesaria, así como la ayuda técnica de la entonces Checoslovaquia por medio del doctor Karen Sacek y los Laboratorios de Virología del Instituto de Epidemiología y Microbiología de Praga, donde se realizaron los primeros estudios serológicos.
Estos últimos los continuaría el doctor Pedro Más Lago, en el Instituto Nacional de Higiene, y más tarde en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Pedro Más Lago y Helenio Ferrer, el primer director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, fueron dos científicos que dedicaron un esfuerzo extraordinario a estos logros.
La introducción de esta vacuna marcó el comienzo de los estudios virológicos en Cuba, cuyo pionero, el doctor Más Lago, fue el encargado de garantizar el esquema de vacunación vigente en la Isla y que nace de esas investigaciones.
La eliminación de esa enfermedad en Cuba, desde la primera campaña de inmunización, es considerada el resultado más relevante de la Salud Pública revolucionaria cubana en el campo de la prevención. Esto, junto a la eliminación de la viruela y la fiebre amarilla más de medio siglo antes, fue un resultado de alto valor humanístico, sanitario, político, económico y social. Desapareció así el drama humano de muerte e invalidez de centenares de casos cada año, a un costo bajo, con notable repercusión social.
Como hace 59 años, Cuba sigue en la vanguardia en la vacunación de su población para protegerla con el esfuerzo creador de sus científicos.