Raúl llevó a su esposa, de nuevo, al hospital provincial de Guantánamo, con los pulmones casi colapsados, luego de que en repetidas ocasiones la enviaran para la casa, porque no se profundizó en su diagnóstico.
Su molestia va más allá de las veces que fue a otro lugar para realizarse la prueba de PCR, porque en el hospital no había reactivo, o porque cambiaron de centro de aislamiento por falta de oxígeno, aunque reconoce que este es un tema difícil para el país entero.
La insatisfacción de Raúl Molina Acosta, y también la de Yanet Fonseca Romero –que ha sufrido la desesperación de tener a varios familiares positivos en espera para ser tratados– tiene que ver con fallas en la atención que necesitaban, y aunque saben que no es la generalidad, molesta que las malas prácticas de algunos empañen la sacrificada entrega de la mayoría del personal sanitario.
Se sabe del cansancio físico y mental por tanto tiempo de azote de la pandemia, del incremento exponencial de casos, de los recursos limitados, todos factores de estrés, generadores de fallas.
Mas, el doctor José Alfredo Esteban Soto, director del hospital general docente Doctor Agostinho Neto, aseguró a la prensa que, amén de todas las dificultades, y de esas excepciones de mala atención, el personal de la Salud, profesional y de apoyo, le ha puesto corazón a la labor, incluso en los peores momentos.
Reconoce que hubo un periodo más crítico, donde «nos vimos desbordados y, lamentablemente, perdimos enfermos en salas abiertas, en el cuerpo de guardia de respiratorio, pero hace varios días que no hay fallecidos en el cuerpo de guardia, y apenas muere alguien fuera de los cuidados intensivos», subrayó.
Aseveró que, actualmente, es difícil que un paciente, con o sin gravedad, pase 12 horas o más en el cuerpo de guardia respiratorio. Así lo corroboró Anay González Arrozai, jefa de esa área, quien explicó que, al inicio del rebrote, debió extenderse la sala para la atención.
«Aquí trabajan dos médicos y pocas enfermeras, y eran más de 150 pacientes diarios. Además, la mayoría llegaba tardíamente, pasado el periodo más importante para el tratamiento temprano. Luego se logró habilitar una sala para ingresos transitorios antes del hospitalario, que mejoró las condiciones para asistirlos».
Ha representado una solución decisiva el retorno de médicos que colaboraban en otros países, y hay más enfermeros y camilleros para viabilizar el trabajo, agradeció González Arrozai.
Aun así, en el momento de la visita del equipo de prensa, una embarazada positiva a la COVID-19 esperó su traslado para el ingreso durante unas cuatro horas, ansiosa y con malestar, todo porque el camillero encargado se tardaba, sin razón aparente.
ANTES Y DESPUÉS DEL REBROTE
La particularidad de Guantánamo, dijo el director del Agostinho Neto, es que es este el único hospital terminal de la provincia y, además, es uno de los más complejos del país, porque tiene dentro un hospital materno y uno infantil. «Todo eso nos puso en desventaja para enfrentar a la COVID-19 desde su inicio».
El también especialista de segundo grado en Medicina Intensiva, Emergencias y Medicina Interna, acotó que, al principio del año, se llevaban los casos confirmados a Santiago de Cuba, si bien luego se crearon algunas condiciones en un pequeño hospital militar de la provincia, adonde se trasladaban, entonces, los graves y críticos.
Con el incremento de los casos, los cambios estructurales y la implementación de protocolos, en febrero se crean las condiciones en el hospital general para los pacientes de alto riesgo, los graves y los críticos, con una sala de terapia intensiva para nueve camas, suficiente en ese periodo. Al mismo tiempo, relató, se crearon centros de aislamiento para los casos de bajo riesgo.
A partir de este tercer rebrote, donde ha habido un aumento exponencial de los contagios que incrementó, también, los de alto riesgo, graves y críticos, nos vimos en la necesidad de dedicar casi toda la institución a la atención de la COVID-19, afirmó Esteban Soto.
Ahora, informó, el hospital tiene más del 70 % de las cama destinadas a ello, y el resto a la atención materno-infantil. Solamente hay cuatro salas para el resto de las especialidades.
«Ya son más de 500 camas para pacientes positivos, y aquella primera terapia intensiva aumentó a tres, con 64 camas, y otras 55 para la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI)».
En algunos momentos, reconoció, las tres salas de terapia intensiva están llenas, razón por la cual, para otros pacientes con criterios de cuidados intensivos, «se han creado capacidades de oxigenación en las salas, con la instalación de concentradores de oxígeno». Para atenderlos, los intensivistas van por los pisos y analizan los casos. Así se les trata lo mejor posible, aunque no sea lo ideal.
«De todas formas, esta es una enfermedad letal, con una relación individual entre el virus y cada persona; independientemente de las intervenciones terapéuticas, el riesgo de morir está latente», afirmó.
OTRO LASTRE QUE LACERA ESFUERZOS
Las cosas malas que nos pasan en el hospital son expresión también de las conductas indolentes de varias personas, afirmó Estaban Soto.
Hasta el martes pasado se les habían ocupado medicamentos a 30 personas. «Si bien no todos con fines de lucro, sino porque lo necesitaba un familiar o un amigo, sí tenemos varios casos en proceso penal y sancionados administrativamente».
«Esto es un mal que no debemos dejar que coja fuerza, porque malogra el esfuerzo de los galenos y de todo un país que se las ingenia, en medio de restricciones económicas, para sostener la atención de Salud ante una grave pandemia».
Un medicamento sobre el que la población sigue preocupada es el oxígeno, aunque sin relación con delitos, sino con las dificultades que Cuba ahora mismo presenta para su disponibilidad. La provincia no tiene una planta de producción, solo una pequeña en el hospital de Baracoa que apenas le garantiza su autoconsumo. Además, el Agostinho Neto cuenta con una bala criogénica que ya llegó al mínimo del funcionamiento normal, y al momento de la visita le quedaba para un caso de emergencia.
No obstante, afirmó el Director, se pusieron a trabajar los bancos antiguos de oxígeno del hospital y recibimos los cilindros que distribuye el país. «La situación es compleja, llevamos unos días de alta tensión, pero nunca nos hemos quedado sin oxígeno».
En pocos días se han puesto 46 concentradores que solamente consumen corriente. A los que vienen simples se les ha puesto conexiones en y o en t para llegar a más pacientes. Además, monitoreamos el uso racional, que no tengamos salideros, que el paciente solo lo tenga cuando realmente lo necesite, refirió.
Lo cierto es que, muy a pesar de los aspectos negativos descritos, en el hospital guantanamero no se han quedado de brazos cruzados ante las complicaciones.
Siguen llegando los pacientes positivos, pero hay un mejor flujo en las salas del cuerpo de guardia y las demás dedicadas a la enfermedad. La fuerza humana se ha multiplicado y el personal sanitario da lo mejor de sí, convencido de que el empeño en salvar vidas no admite excusas.