“La táctica enseña el uso de las fuerzas armadas en los encuentros,
y la estrategia el uso de los encuentros para alcanzar el objetivo de la guerra”.
Karl von Clausewitz [1]
Al adentrarnos en el vasto, dinámico y original pensamiento estratégico y táctico militar de Fidel Castro, sabiendo que no se formó como profesional en una academia militar, inevitablemente surgen las preguntas. ¿Cómo nació su pensamiento militar? ¿Cómo evolucionó el de Fidel desde Cayo Confites, al Bogotazo, al Moncada, a la Guerra de Liberación Nacional, a la Lucha Contra Bandidos, a Girón, a la Crisis de Octubre, a las Misiones Internacionalistas y a la Defensa Nacional?
Al hacer este análisis es significativo señalar que los más destacados jefes guerrilleros de la historia no fueron militares profesionales y que su pensamiento militar muchas veces se desarrolló en el curso de la propia lucha armada llevada a cabo en condiciones materialmente muy desventajosas: Viriato, Juan Martín El Empecinado, Páez, Juana Azurduy, Villa, Lawrence, Sandino, Tito y Ho Chi Minh son ejemplos de ello.
En el caso de Fidel, la respuesta la dio el propio Comandante en Jefe.
“A mí siempre me gustó leer la historia, creo que a casi todos los muchachos les gusta leer la historia y las historias de las guerras, de las guerras en Cuba y de las guerras fuera de Cuba, de las guerras internacionales y de todos los personajes famosos de la historia[2]. […] Tenía esa vocación y cuanto libro militar caía en mis manos lo leía […] “Yo siempre tuve una gran avidez por la literatura militar, no sólo cuando me vi envuelto en la necesidad de encontrarles solución a los problemas de la lucha contra la tiranía de Batista, sino cuando era estudiante fui siempre un lector muy asiduo, muy interesado de toda la historia de nuestras luchas por la independencia, de nuestras guerras de independencia. [3]”
“Por ejemplo, tengo una gran colección de libros sobre Bolívar, siento una admiración infinita por Bolívar. Considero a Bolívar el más grande personaje dentro de los grandes personajes de la historia, el hombre de las dificultades, el hombre que venció todos los obstáculos”[4].
Confesó también que en la prisión de Isla de Pinos, “el libro Crónicas de la Guerra, de José Miró Argenter fue para nosotros una verdadera Biblia… tratando de captar cada detalle táctico o estratégico que pudiera reportar una experiencia útil”[5].
“Y aún cuando los tiempos han variado y con ello el arte de la lucha, todos aquellos hechos son hijos de un sentimiento invariable, el único que hace posible lo imposible, y obliga a la posteridad a creer unánimemente lo que a muchos contemporáneos parece imposible (…) La Ilíada de Homero no la supera en hechos heroicos; nuestros mambises parecen más legendarios; y Aquiles no tan invencible como Maceo. ¿Por qué hemos de vivir nosotros ignorando nuestra gran epopeya?[6]
En España, –refirió Fidel a Ignacio Ramonet–, hubo incluso guerras en la retaguardia; eso inspiró a Hemingway la novela Por quién doblan las campanas. La historia de lo que ocurrió en la retaguardia durante la Guerra Civil española, es algo que nos fue útil a nosotros. Saber cómo los guerrilleros republicanos en la retaguardia de las fuerzas franquistas conseguían apoderarse de las armas del ejército. A mí ese libro me ayudó en el desarrollo de la concepción de la lucha irregular en Cuba [7]
Pero abastecerse de armamento y municiones a costa del enemigo no es algo nuevo en la historia de Cuba.
“Pocos días antes de empezar la revolución, -anotó el Padre de la Patria en su diario-, estando a la mesa conmigo en mi ingenio Demajagua, me preguntó Francisco Agüero Arteaga con qué armas nos habíamos de levantar contra los españoles.
-Ellos las tienen, le contesté al momento.
-Ud. es más arrestado que yo, me replicó riendo”[8]
Y es muy probable que el Comandante hubiera leído dicho diario.
Fidel recuerda también que en Realengo 18, Pablo de la Torriente Brau, testigo presencial de las luchas campesinas, escribió que “[…] detrás de un indomable caguairán un hombre, con su rifle, podía hacerle frente a diez, sin miedo a las balas, y al paso por las cañadas, una sola ametralladora puede acabar con mil hombres […] Que no tenga mucho peligro de los aeroplanos, porque allí hay cuevas capaces de ocultar quinientos rebeldes […].[9] En aquella literatura descubrió, además, “el coraje y el espíritu combativo de nuestro pueblo, la guerra irregular y las posibilidades de adaptar las formas de lucha armada popular a la topografía del terreno y a la superioridad numérica y en armas del enemigo”[10]
El propio Comandante reconoce en la lectura, la gestación de sus concepciones militares. “Hay que decir que el pensamiento revolucionario estuvo influido fuertemente por las tradiciones de nuestro país, fuertemente por la historia de nuestro país. Y puede decirse que la concepción que inspiró la estrategia revolucionaria que dio lugar al triunfo de 1959 fue precisamente la unión, la hibridación de una tradición, de una experiencia peculiar de nuestro país, con las ideas esenciales del marxismo y del leninismo.”[11]
También hizo su aporte la experiencia vital: “En Belén (…) se combinan las tradiciones de los jesuitas, su espíritu militar, su organización militar, con el carácter español (…) me hicieron jefe de los exploradores de la escuela, general de exploradores, como le llamaban (…) yo mismo tampoco me imaginaba que me estaba autopreparando como guerrillero”. Otra vivencia, la de Cayo Confites, significó el tránsito de la teoría a la práctica: “Yo no había hecho estudios militares, solamente conocía lo leído sobre la Historia de Cuba, de las guerras y lo aprendido de mi vida en el campo, en las montañas. Sí había leído sobre las luchas, los combates y las batallas de la historia, tenía cierta intuición para el tema militar (…) y estaba pensando llevar a cabo una guerra de guerrillas en Santo Domingo.[12]” Tan temprano ya está presente el pensamiento estratégico de Fidel.
“Tenía la convicción, a partir de las experiencias cubanas, de las guerras de independencia y otros análisis, de que se podía luchar contra un ejército convencional moderno utilizando métodos de guerra irregular. Pensaba en la posibilidad de una lucha guerrillera en las montañas de Santo Domingo, en vez de lanzar una fuerza mal entrenada e inexperta contra el ejército regular de Trujillo.”[13]
Y el Bogotazo, donde intentó sin éxito materializar sus concepciones tácticas en torno a la iniciativa y la ofensiva. “Toda la experiencia histórica demuestra que una fuerza que se acuartela está perdida… Yo le propongo (al comandante colombiano al frente de la Quinta División) que saque esa tropa a la calle y le asigne una misión de ataque, a tomar objetivos contra el Gobierno […] que atacando podía realizar acciones decisivas […] insistí en la idea de que […] sacaran la tropa a la calle y la lanzaran a la toma de Palacio […] es un disparate estar aquí esperando un ataque, en vez de salir al ataque con esta fuerza a realizar acciones decisivas.[14]
De modo que incluso antes del Moncada, ya Fidel tenía concepciones estratégicas militares irregulares y ofensivas. Pero había que diseñar la estrategia política a quien debían servir tales concepciones.
“El éxito de toda revolución, como de toda guerra, depende fundamentalmente de la estrategia que se adopte; una estrategia revolucionaria es siempre más complicada que una estrategia de guerra, no se estudia en ninguna academia y los militares de profesión con sus rígidos esquemas mentales suelen ser los menos indicados para concebirla.”[15]
“En dos renglones se sintetiza nuestra concepción estratégica sobre la única forma posible e incontrarrestable de derrocar la Dictadura: insurrección armada, secundada por una huelga general revolucionaria y un sabotaje completo de todos los medios de comunicación del país en el momento de la acción”.[16]
Dentro de esa estrategia era esencial ganar al pueblo para la causa, y la acción fue el resorte movilizador: el motor chiquito que echó a andar el motor grande.
“Y nosotros entendemos que es necesario un requisito […] el triunfo de las ideas revolucionarias en las masas; no en todas, sino en una parte suficientemente amplia […] la acción es uno de los más eficaces instrumentos de hacer triunfar las ideas en las masas. Bastó que las ideas tuviesen fuerza en un número suficiente de hombres para iniciar la acción revolucionaria; y, a través de la acción, las masas fueron adquiriendo las ideas, y las masas fueron adquiriendo esa conciencia.”[17]
[…] Cuando nosotros hace 17 años intentábamos tomar la fortaleza del Moncada no era para ganar una guerra con mil hombres, sino para iniciar una guerra y librarla con el pueblo y ganarla con el apoyo del pueblo. Cuando años después volvimos con un grupo de expedicionarios no era para ganar una guerra con un puñado de hombres. No habíamos recibido del pueblo las experiencias maravillosas que hemos recibido en estos años; pero sabíamos que aquella guerra solo se podía ganar con el pueblo. ¡Se libró y se ganó con el pueblo![18]
El plan para iniciar la revolución mediante el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, era el primer paso en la concepción estratégica de una insurrección popular contra el gobierno de Batista y sus fuerzas armadas, ideada por Fidel, que debía continuar con la entrega al pueblo del armamento depositado en los cuarteles para rechazar el contraataque del ejército y la convocatoria a una huelga general. De no poder rechazar la ofensiva de la soldadesca, tomar el camino de las montañas.
En varias ocasiones Fidel ha afirmado que aquel era un buen plan, que fracasó por un elemento fortuito, pero que si tuviera que asaltar la fortaleza nuevamente, emplearía el mismo plan.
La médula del plan radicaba en la sorpresa, lograda mediante el engaño. No en vano Sun Tzu, el famoso estratega chino sentenció alrededor de 500 años a.n.e. “Todo el arte de la guerra radica en el engaño”.[19]
“Atacamos el Cuartel Moncada para apoderarnos de las armas del regimiento estacionado allí y comenzar con ellas la lucha. Nuestro plan para tomar la fortaleza con un puñado de hombres se basaba en la rapidez y la sorpresa. Nosotros vestíamos uniformes iguales a ellos para sembrar la mayor confusión en sus filas. Pensábamos que tal vez no fuera necesario siquiera disparar, porque el soldado por su psicología actúa sólo si recibe una orden o se le hace fuego, de lo contrario puede no reaccionar. En realidad pensábamos hacerlos a todos prisioneros tomando el PM y la entrada de cada una de las barracas, obligándoles a concentrarse en los patios traseros. Por eso ocupamos los edificios más altos que estaban al fondo del cuartel.[20]
El fracaso militar del asalto al cuartel Moncada y la condena a prisión de los sobrevivientes a la posterior carnicería no lo hicieron cejar en la lucha. Desde su celda aconsejó cómo proseguir la lucha política aun en las condiciones desfavorables reinantes, pero rechazó terminantemente el terrorismo.
“[…] No tenemos fuerza ahora en la calle para la lucha armada, no son favorables en estos precisos instantes las condiciones […], el terrorismo es un arma estéril, negativa e indigna de la lucha revolucionaria […]”[21]
Más tarde, en México, reafirmó su convicción de que el método irregular era el idóneo.
“Cuando nosotros llegamos (a México) ya llevábamos la idea de desarrollar una guerra irregular, una guerra de guerrillas en las montañas de Oriente. Dio la casualidad de que nos encontrásemos con un español republicano, (Alberto Bayo) un militar, que resultó tener la misma fe que nosotros en ese tipo de guerra; muy astuto, muy hábil, muy expresivo. Se hizo rápidamente colaborador del movimiento”.[22]
Una vez en la Sierra, Fidel se atuvo a sus concepciones estratégicas iniciales.
“La estrategia nuestra, simplemente fue la primera; (…) la que libró la primera batalla en el Moncada, la que desembarcó en el Granma el 2 de diciembre, y la que luchó sola durante más de un año contra toda la fuerza de la tiranía; la que cuando no tenía más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la rebeldía; la que enseñó al pueblo que se podía pelear y se podía vencer; la que destruyó todas las falsas hipótesis sobre la revolución que había en Cuba”.[23]
Al abordar los elementos esenciales de su concepción estratégica en la Sierra, la línea de masas se reafirma como piedra angular de su pensamiento militar.
“Este tipo de lucha permite al más humilde de los ciudadanos, joven o viejo, hombre o mujer, participar activamente en ella, prestar una colaboración útil, satisfacer sus inquietudes patrióticas sin necesidad de tener que ofrecerle un fusil ni engañarlo miserablemente (…) Naturalmente que para creer en las posibilidades y en los frutos de un plan semejante hay que poseer ciertas convicciones muy arraigadas sobre el curso inexorable que sigue el proceso cubano y las calidades indiscutibles de nuestro pueblo. Quienes no vean los síntomas reveladores que muestran la huelga de telegrafistas, la huelga bancaria, la masacre de trabajadores en el central Washington, etcétera, serán incapaces de entender el abecé de esta estrategia revolucionaria, ni tampoco los que siguen con la espiroqueta putschista de tomar Columbia metida en la cabeza, como si una revolución en un estado moderno pudiera resolverse con la acción de grupos civiles mal preparados y peor disciplinados y el resto del pueblo no contara para nada. Creo ciegamente en todo cuanto he afirmado. Si estuviera equivocado, pagaré gustoso mi error con la vida. Un ejemplo vale siempre más que un hombre. Nadie me verá envejecer rumiando desengaños mientras me queden fuerzas para caer en una playa cualquiera de la tierra oprimida con un arma redentora en la mano.” [24]
La previsión estratégica; esa capacidad de imaginarse el desarrollo de las acciones combativas en los próximos días, semanas y meses, es cualidad sin la cual no se alcanza la jerarquía de estratega.
“Tenemos que estar conscientes –aleccionaba Fidel ante la inminente ofensiva de verano del ejército batistiano– del tiempo mínimo que debemos resistir organizadamente y de cada una de las etapas sucesivas que se van a presentar. Más que en este momento, estamos pensando en las semanas y meses venideros. Esta ofensiva será la más larga de todas. Después del fracaso de ésta, Batista estará perdido irremisiblemente; él lo sabe y por tanto hará el máximo esfuerzo.[25]
Otras decisiones de Fidel en la guerra hicieron pensar a algunos que era adivino, como cuando decidió abandonar a toda prisa el campamento donde poco después la aviación dejaría caer sus bombas o en la Batalla del Jigüe, cuando le dijo a Guillermo García que ya no mandarían más refuerzos de la playa.
En el curso de la Guerra de Liberación Nacional, los B-26 entregados por Estados Unidos a la Fuerza Aérea del Ejército, bombardeaban y ametrallaban sin escrúpulos poblaciones y objetivos civiles, con material de guerra cargado en la Base Naval de Guantánamo. Ese verdadero genocidio provocó la premonitoria nota que el Comandante le dirigió a Celia [26].
Y lo fue.
Notas y bibliografía:
[1] Clausewitz, Karl von. De la guerra. Ediciones Mar Océano. Buenos Aires, 1960, p 66.
[2] Guerra López, Dolores: La ciencia de la historia, en revista Bohemia, Edición extraordinaria, agosto de 2018, p 52
[3] Entrevista concedida a la periodista Martha Moreno de la Televisión Cubana, en Granma, 5.12.1996, p. 6.
[4] Borge, Tomás: Un grano de maíz. Oficina de asuntos Históricos del Consejo de Estado, La Habana, 1992, p 268
[5] Cartas de prisión. Isla de Pinos, 3 de marzo de 1954. En OAHCE. Fondo Fidel Castro [Doc.]. Tomo III, 1954, p.7.
[6] Mencía, Mario: La prisión fecunda. Editora política, La Habana, 1980, p 34
[7] Ramonet, Ignacio: Cien horas con Fidel. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p 237.
[8] Leal Spengler, Eusebio. Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido. Ediciones Boloña, La Habana, 1994, p 248.
[9] Torriente, Pablo de la: Realengo 18. Ediciones Nuevo Mundo, La Habana, 1902, p 70.
[10]Castro Ruz, Fidel. Discurso pronunciado por el XX Aniversario del asalto al Cuartel Moncada. El 26 de julio de 1973. En Discursos, Tomo II, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1976, p 103.
[11] Discurso en la velada solemne en conmemoración del centenario del natalicio de V. I. Lenin. Teatro Chaplin. La Habana, 22 de abril de 1970. En Revista Verde Olivo. La Habana, 3 de mayo de 1970, p. 18.
[12] Katiuska Blanco, Guerrillero del tiempo, p 398-399.
[13]Ramonet, Ignacio.: Cien horas con Fidel. Oficina de publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2006 p 137
[14]Alape, Arturo: El Bogotazo; memoria del olvido. Casa de las Américas, La Habana, 1987, p 466.
[15] Carta a Carmen Castro Porta, Neneina, presidenta del Frente Cívico de Mujeres Martianas de fecha 17.9.55
[16] Carta a Carmen Castro Porta, Neneina, presidenta del Frente Cívico de Mujeres Martianas de fecha 17.9.55
[17] Castro Ruz, Fidel.- Discurso en la sesión de clausura de la Conferencia de la OLAS. Teatro Chaplin. 10 de agosto de 1967. Ediciones OR. No. 19. Agosto de 1967, p 103.
[18] Discurso en el acto por el XVII aniversario del ataque a; cuartel Moncada. Plaza de la Revolución. La Habana, 26 de julio de 1970. Ediciones COR. No. 11. 1970. p 35.
[19] Sun Tzu Wu. The Art of War. The Military Service Publishing Company, Harrisburg, Pennsylvania, 1944, p 3.
[20] Declaraciones I Sección del Juicio a los Combatientes del Moncada. Marta Reyes Rodríguez. El Juicio del Moncada. Editora Ciencias Sociales. La Habana. 1988.
[21] Carta a mi querida M. Isla de Pinos, 5 de septiembre de 1954. En OAHCE. Fondo Fidel C. [Doc.]. Tomo III, 1954, p 213.
[22] Entrevista concedida a Regino Díaz, Director del Periódico Excélsior de México, La Habana, 20-21 de marzo de 1985. Folleto. Ediciones O.R, Trimestre enero-marzo. La Habana, 1985, p. 182-183
[23] Discurso a la llegada al Cuartel de Columbia. 8 enero 1959. Departamento de Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado. Expediente 705,3 p.12
[24] Castro Ruz, Fidel.- Carta a Neneina (Carmen Castro Porta, presidenta del Frente Cívico de Mujeres Martianas), 17 de septiembre de 1955. Fondo Fidel Castro. Tomo V (documentos). Oficina de Asuntos Históricos el Consejo de Estado.
[25] Informe sobre la ofensiva final de la tiranía. Intervención a través de Radio Rebelde. Sierra Maestra, 18 de agosto de 1958.
[26] Fragmento de una nota a Celia Sánchez de 5 de junio de 1958.