El mundo llevaba días a la expectativa de lo que podría hacer Yulimar Rojas en el triple salto: todos esperaban que el récord mundial fuera aplastado. Pero la expectativa fue poco para lo que hizo. En su primer salto rompió el récord olímpico y se mantuvo dando saltos sorprendentes (algunos terminaban en foul) hasta que, en el último, como para que la tensión fuera mayor, la atleta venezolana destrozó el récord de la ucraniana Inessa Kravets, que se conservaba desde 1995.
Pero voy a contarles una pequeña historia sobre la campeona olímpica que acaba de romper el récord mundial en triple salto en unos Juegos Olímpicos. La contaré a riesgo de que alguien señale que intento «politizar el deporte», como si el desarrollo deportivo no fuera resultados de políticas públicas para lograrlo.
Yulimar no nació en cuna de oro. Vivió en un barrio pobre ubicado en las afueras de Puerto La Cruz (estado de Anzoátegui) y deseaba ser voleibolista. Pero luego los entrenadores de atletismo le ofrecieron algo distinto. Solo mediante los programas deportivos impulsados por Chávez para sacar deportistas de los sitios más humildes fue que Yulimar descubrió que podía ser saltadora, por eso siempre recuerda cómo desde su difícil origen logró levantarse: «De mi infancia recuerdo que en casa teníamos muchas carencias, pero nada de eso importaba, siempre resolvíamos y luchábamos contra cualquier adversidad, vivíamos en un ranchito que cuando llovía, se mojaba, nos mojábamos; sin embargo, eso no impidió que saliéramos adelante».
Acá en Cuba bien conocemos esto, pues son muchos los colaboradores que fueron a la Misión Barrio Adentro a masificar el deporte y a darle nuevas oportunidades a los jóvenes y niños pobres. Y tan unidos estamos, que es precisamente un cubano el entrenador de Yulimar Rojas: la leyenda del salto Iván Pedroso.
En las propias palabras de ella se resume así: «El presidente Hugo Chávez fue un pilar fundamental para el deporte en mi país. Impulsó muchos métodos para que el deporte llegara a los más bajos niveles y para que los niños vieran que el deporte era importante para la salud, para los valores humanos. Y él siempre tuvo ese cariño, ese amor hacia el deporte en Venezuela», declaró a Telesur en 2018.
Es la misma joven que se ha posicionado contra el colonialismo y la imposición de intereses. El mes pasado, el Día de la Independencia de Venezuela, escribió en sus redes sociales: «La independencia es un valor ético muy en boga en los últimos años. Asociada a la noción de libertad, de justicia y de autodeterminación, muchos países en los últimos siglos se han despojado de las amarras coloniales para devenir estados con derechos y legislaciones propias».
Ahí está hoy Yulimar, con su récord, con su medalla, con sus sueños cumplidos; sin filtros, sin nada que esconder, segura de sí misma, hermosa y eufórica. Ahí está la joven de piernas largas y saltos contundentes que enamora a Nuestra América y que no olvida de dónde salió: «Me gustan mis arepas, mi pasta con carne molida; compartir con mi gente, abrazarlos, aunque ahorita no podemos por la cuarentena, claro (…). Yo sigo siendo la misma chama que vivía en el ranchito de Pozuelos».
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