Curiosamente, hoy mismo una mujer de bien me preguntaba a través de Messeger si yo entendía lo mismo que ella por las siglas SOS (seguidas por el nombre de la Patria). Coincidíamos.
Ayer una joven de buen corazón me invitaba a un grupo con ese mismo nombre: SOS Cuba. Me apresuré a aclararle lo que significaba la frase, pero me pareció o bien convencida de que lo que quería era ayuda para Matanzas y Ciego de Ávila, o bien manipulada por alguien que sí sabía lo que hacía.
Esta tarde, al filo de las 4:00 pm, mi vecina Violeta Matienzo me avisó de la comparecencia de nuestro Presidente; con mi nietecito de 4 años a cargo no escuché el anuncio. Y él casi se acaba de ir, lo cual ha demorado este pronunciamiento.
Enardecidos todos en el barrio, vimos y escuchamos a Díaz- Canel. Constatamos, una vez más, que al igual que Fidel tiene un chaleco moral para enfrentar a los provocadores y desagradecidos. Este país nos ha tratado de salvar a todos, ha hecho hasta lo imposible para que, pobres y bloqueados como somos, salgamos adelante en medio de los peores momentos de la pandemia.
Anay Gerabelt, desde el balcón de enfrente, salió de primera con su bandera, luego yo con la mía, pequeña, pero orgullosa y firme. Iderico, nonagenario padre-abuelo de Anay, sacó la suya y la colocó en la puerta.
Violeta, indignada, hablaba de los «descarados» que se van de Cuba y luego desde donde están promueven movimientos «para el bienestar» de los suyos. Cínicos, traidores, decía. Y como ardía en deseos de poner a ondear su bandera, pero no la tenía, le cedí una del 26 de Julio, que colocó enseguida en el frente de su casa.
Concordamos en que a las 9:00 pm volveríamos a las puertas y a los balcones a aplaudir. También concordamos en que ¡Aquí no se rinde nadie, CARAJO!
Hoy, mañana y después, dormiremos tranquilos, con la Revolución salvadora de guardia.