Partimos esa mañana. Algunos habían estado hablando hasta altas horas de la noche, la impaciencia y el insomnio que saben cómo colarse. Todos parecían felices cuando se embarcaban en aquella guagua; me parecían felices, llenos de ganas, llenos de bondad, respiré tanta dulzura en aquel pequeño pedacito de mundo que ya nos íbamos construyendo.
El arte de los nombres ridículos
Cada vez escucho más frecuentemente la frase: «En este sistema no funciona nada. Nada sirve». La gente es muy exagerada, porque si solamente se sentaran