Mercedes espera la lanchita para cruzar la bahía. Un pañuelo le cubre el pelo, canoso a sus 54 años. Lleva un abanico alegre y una sonrisa calmada pese al calor, a la bulla de la multitud, a la demora. «Yo vengo todos los años», dice. «Mi abuela me traía desde chiquita». Del otro lado de la valla hay una madre sentada en un banco con sus dos hijos pequeños. En el espacio negativo a la derecha de la foto, donde están los nubarrones que amenazan lluvia, resalta la ausencia del padre y esposo. A uno le da por pensar que se postrarán ante la virgen conteniendo las lágrimas, y con el corazón en la mano pedirán por salud, por fuerza, por tener otra vez una familia reunificada.
Es 7 de septiembre, el día de la santísima virgen de Regla, patrona del puerto de La Habana. A las 5 habrá misa en la iglesia y después la procesión recorrerá una parte del pueblo. «Mucha gente le pide porque tienen fe. La fe es lo que nos salva, aunque sea mentira», dice Mercedes. Abren la puerta de acceso al muelle y las muñecas azules se levantan sobre las cabezas de la gente, para que no sean dañadas. Las voces, el sonido de los autos, las pisadas sobre el pavimento se silencian de pronto, como en una película, y solo se escucha el canto unánime, abovedado, que da fuerza motivadora:
«A remar, a remar, a remar… que la virgen de Regla nos va a acompañar».
El esfuerzo es tuyo, va por ti echar adelante el bote de tu vida, pero hay consuelo en ese acompañamiento de la virgen, de lo que tiene un origen que escapa al entendimiento y que solo puede ser abrazado con la fe. Absolutamente, no estás en soledad.
II
La fachada principal de la iglesia Nuestra Señora de la Caridad, en Centro Habana, está cubierta por una malla verde, como un gran mosquitero que la salvaguarda de las enfermedades tropicales. De él cuelga una gigantesca bandera cubana que ondea sobre los girasoles y los vestidos amarillos, y sobre la virgen que saldrá en peregrinación, engalanada con globos rojos, azules y blancos. El interior de la iglesia está tan abarrotado como las calles aledañas. Los fieles oran en silencio, encienden sus velas y entregan sus ofrendas ese 8 de septiembre.
Los vecinos de Galiano y de Reina, desde sus balcones altos y azoteas, abarcarán con la mirada una parte más amplia de la procesión, sin llegar jamás a igualar el punto de vista del ser superior en el que muchos creen. Él está por encima de todas las cosas y a la vez está en cada uno de nosotros, dicen. Para su tiempo eterno, nuestro paso por la Tierra es un rasguño en el polvo, como los edificios de La Habana que se derrumban y se convierten en basureros poco antes de desaparecer de la memoria y quedar únicamente en las fotos.
Van los fieles a «Cachita» y los hijos de Oshún mezclados en celebración y armonía. Con suerte, permanecerán en la memoria de sus seres queridos. La inmortalidad nos está vedada. Muchos solo anhelan salud y fuerza para sobrellevar el presente.
III
De la procesión del Cabildo, otra vez en el municipio de Regla, destacan los cuatro santos y los