AREQUIPA, Perú – Entre timbiriches, pregones y una copiosa muchedumbre se desarrolla el día a día en La Cuevita, un mercado popular en La Habana por tenerlo todo, o casi todo.
Ubicada en el municipio San Miguel del Padrón, la Cuevita aglomera decenas de vendedores cubanos que ofrecen productos de la más amplia variedad y que por lo general escasean en las tiendas regentadas por el Gobierno.
Desde artículos de plástico como platos, juguetes, embudos y palanganas, hasta productos de cocina hechos de aluminio u otros materiales, entre ellos sartenes, cazuelas, jarros. En el enorme bazar habanero también se encuentra aseo y enseres para la limpieza, ropa, calzado, piezas de plomería, de electricidad, bisutería y embalaje.
Como uno de los epicentros del comercio informal en Cuba, La Cuevita y sus buhoneros suponen un destino de gran afluencia para los cubanos, especialmente en momentos de escasez y desabastecimiento generalizado. Los mercaderes se las arreglan para mantener la oferta ante la demanda, incluso convirtiéndose en un lugar para la compra de medicinas, cuando los anaqueles de las farmacias estatales están vacíos.
Sin embargo, las actividades en la Cuevita no trascienden lejos de la interferencia oficial o las irregularidades. A lo largo de los años, por su naturaleza ilegal, el mercado ha si