Para el ser humano, un proceso de revolución eterna constituye una carga muy pesada. Revolución es movimiento, caos, absoluta inestabilidad. Sucede con regularidad que a los ciudadanos se les imponen condiciones de vida que perciben injustas, y cuando estas se vuelven intolerables para las mayorías, y existe consenso de cambio, se abre al mundo una era de revoluciones.
Pero una revolución es siempre una ruptura del continuo, un accidente de la cotidianeidad. Pues mientras la Tierra es inestable, el mundo humano aparece como estable para quienes lo cultivan. Por ello, un proceso de cambio, aunque necesario, debe claudicar eventualmente a la calma y a la estabilidad.
Quienes fundan una revolución, buscan que la afrenta que se lava, y el futuro que se promete, sean eternos. Revolucionar es un acto de valentía, de originalidad y muchas veces de justicia social. Revolución es crisol y embrión pluripotente, todo puede salir de ellas: luces y sombras, el parnaso y el horror. De ahí que la riqueza del momento histórico se vea eclipsado por la necesaria normalidad que le sigue. Pero la normalidad es, quizás, más importante que el episodio revolucionario, pues es la concreción y el saldo de la injusticia anterior. Por lo tanto, no nos debe asustar afirmar que una revolución acaba para dar paso a una normalidad constitucional posterior.
***
La Revolución Cubana es un acto que, en imaginario de quienes la cultivan, se considera eterna e inacabada. Pensarla, es pensar la utopía del heroico sujeto de Girón, del Escambray, y de la Zafra de los Diez Millones. Pensarla, no es considerar la anodina fila para comprar un alimento, o los laberintos burocráticos de cada trámite cotidiano. Dichos sucesos corresponden a una normalidad postrevolucionaria y no al hecho en sí.
Se afirma que la Revolución Cubana es una sola, se trataría entonces de un proceso que abarca las guerras de liberación anticolonial de 1868 y 1895, la Revolución del 30, y la epopeya de la Sierra Maestra del 1956. Esta afirmación, sin lugar a dudas, más que a un análisis racional, responde a una verdad de fe.
Se habla de la eterna revolución, eternamente inconclusa, el evangelio diario de aquellos que sueñan la utopía por encima de la realidad. De aquellos que insisten en que el embrión pluripotente de 1959, puede engendrar mayor justicia social, democracia y prosperidad que lo que existe ahora. Pues como afirmaba Platón, las cosas en la tierra son mera copia fantasmagórica de ideal perfecto que existe en un mundo externo, lejano, pero accesible en el corazón de los que sueñan un mundo mejor.
Se habla de la eterna revolución, eternamente inconclusa, el evangelio diario de aquellos que sueñan la utopía por encima de la realidad.
En este breve ensayo brindaré argumentos para fundamentar que la Revolución Cubana es un proceso enmarcado en la década del 60, pues tiene su inicio en el 59 y culmina el 70. La herramienta metodológica para demostrar tal cosa será el concepto de sujeto revolucionario, aquel sujeto adormecido en el periodo prerrevolucionario, activo en la revolución, y convertido en objeto en la normalidad posterior.
El sujeto y el objeto en las revoluciones
Los conceptos de sujeto y objeto son centrales en la filosofía. El sujeto es la fuente de la actividad, es el principio activo que con acción y pensamiento se trasforma su medio y a sí mismo. El objeto, por su lado, es todo aquello en lo que recae la actividad.
No puede existir nada racionalmente verdadero si no pasa por el tribunal de la subjetividad. Los objetos, por tanto, serán toda cosa que haya sido pensada por una subjetividad. Por ello, el sujeto no puede superar la paradoja de su objetividad: siempre un sujeto va a ser objeto de otro. De ahí la necesidad de un sujeto trascendental, de un ser que sea solo actividad, que siempre sea sujeto y nunca objeto de nadie. La idea de justicia es un sujeto de ese tipo, pues se considera como un principio activo que siempre puede actualizar nuestra fallida realidad con la exigencia de un mundo mejor.
Por tanto, cuando una población encarna la idea de justicia, cuando busca una mejora de sus condiciones, actúa como una totalidad activa y revolucionaria. En el marxismo, el obrero encarna esa idea de totalidad, pues constituye el sujeto objeto[1] de la historia. Es, por una parte, un sector explotado de la sociedad, pero, por otra parte, es quien sabe cómo funcionan las máquinas. Por ello, con su liberación, se libera toda la sociedad.
Cuando una población encarna la idea de justicia, cuando busca una mejora de sus condiciones, actúa como una totalidad activa y revolucionaria.
El tercer mundo y sus revoluciones han necesitado una reformulación de estas tesis marxistas, pues resulta que la mayoría de la población son campesinos, y los obreros se concentran solo en las grandes urbes. Con la transnacionalización de las relaciones económicas, y el surgimiento de la llamada aristocracia obrera —trabajadores asalariados en condiciones de privilegio— las complejidades son aún mayores.El sujeto revolucionario de estos lares necesita ser heterogéneo y estar dispuesto al compromiso entre diversos sectores de la población.
Antecedentes históricos de la la Revolución cubana
Busquemos entender ahora las causas de la Revolución Cubana, cuándo y porqué emerge un sujeto revolucionario, así como las causas de su disolución.
El estudio de la Revolución se encuentra permeado por el distanciamiento. Se considera que el pasado se debe dejar añejar de 50 a 100 años para poder tener una visión objetiva y sosegada del asunto.
Sin embargo, sucede que con los años el carácter concreto de la epopeya cotidiana, la resistencia heroica del sujeto de Girón y el Escambray, ya no es el sujeto cotidiano quien estuvo presente, sino la categoría abstracta de Pueblo cuyas motivaciones puedes explicarse, no en el calor del momento, sino gracias a condicionamientos socioeconómicos.
Sucede además que la Revolución cubana tiene vicios propios también. El presente histórico, con su retórica nacionalista y de resistencia antimperialista, retrotrae al pasado dichas condiciones, de tal forma que Martí y Maceo son vistos muchas veces como marxistas-leninistas. A pesar de ejercicios de grosera ignorancia, no resulta muy difícil justificar una retórica nacionalista cuando la historia se desborda en evidencia de las constantes hostilidades de Estados Unidos hacia el proyecto cubano de soberanía.
La Revolución cubana tiene vicios propios también. El presente histórico, con su retórica nacionalista y de resistencia antimperialista, retrotrae al pasado dichas condiciones.
El otro vicio, quizás más pernicioso, es la teleología, la consabida afirmación de que la Revolución Cubana una sola. Operar en este sentido, implica entender con categorías del presente a las figuras del pasado, lo que oscurece el carácter específico de cada proceso revolucionario cubano.
En el presente ensayo no afirmare que la Revolución es un proceso ininterrumpido desde 1868 hasta el presente, pero sí podemos brindar argumentos para fundamentar una estrecha relación entre la Revolución del 30 y la del 59.