I
Job es un texto de la Biblia que narra la historia de un siervo puesto a prueba por Satán para comprobar si su rectitud es interesada o no. Yahvé, retira todos los bienes de Job, entre estos sus hijos e hijas —contados como una propiedad más—. Siete amigos le acompañan en silencio durante siete días y siete noches, hasta que Job se lamenta y maldice el día de su nacimiento. Las declaraciones de estos le hacen sentir abandonado, pues ellos representan la denominada doctrina de la retribución: recompensa por el bien, castigo por el mal, tan parecida a la Teología de la prosperidad actual. Finalmente Yahvé se revela a Job haciéndole ver su pequeñez al intentar desafiarle en juicio, para luego ofrecer un giro a su suerte aumentando las proporciones de sus posesiones originarias.
Este nunca ha dejado de ser un libro relevante desde el punto de vista litúrgico y teológico para el cristianismo. Un análisis socio-político demuestra que Job, el hombre resiliente, virtuoso y bendecido por el amor de un Dios que solo provee a quienes «por su propio esfuerzo» se mantienen obedientes, es un paradigma para la derecha cristiana y para la forma en que discursivamente abordan la vida. Igualmente lo es para la izquierda de filiación cristiana al azuzar y enfrentar las críticas fundamentalistas, así como Job desafió las formas encorsetadas de intimidar con lo sagrado, según la historia.
En una ocasión le comenté a un teólogo extranjero que visitaba nuestro país para impartir clases de hermenéutica intercultural, que desde niña había manifestado rechazo a una lectura demasiado profunda de Job, y este me respondió: aprenderás a quererlo. Hoy es esencial para mí, aunque con todas las críticas del sesgo ideológico de autor, y en plena conciencia de que solo me rehusaba a apropiarme de aquella lectura convencional en la cual fui educada.
A diario, personas portadoras de religiosidades viven actos de ruptura y reconciliación que no están exentos de crisis emocionales y otras repercusiones, como el abandono obligatorio de alguna comunidad. En su libro Condimentos feministas a la teología, la feminista y brasileña Ivone Gebara plantea que al contarse la Historia, pocas veces se da cuenta de las crisis existenciales y emocionales de las mujeres y hombres a la hora de romper con algún tipo de memoria colectiva encumbrada, como tabúes, ideologías y tradiciones que naturalizan la opresión.
Pocas veces se da cuenta de las crisis existenciales y emocionales de las mujeres y hombres a la hora de romper con algún tipo de memoria colectiva encumbrada.
Tal proceso involucra el rechazo de las imágenes y simbolismos desde los cuales histórica y exclusivamente se ha representado lo sagrado, porque han sido objeto e instrumento del poder patriarcal y clasista de cada época. Encontramos por ejemplo, la imagen del dios «señor todopoderoso», masculino y vibrante, propia del Medioevo, usada para legitimar la relación señor feudal y señorío, clero y siervos. Sorprendentemente esta persiste y se ha asentado en el vocabulario cotidiano de las iglesias, porque en su esencia las relaciones sociales giran en torno a formas de poder-dominio propias del orden capitalista, colonialista y cisheteropatriarcal actuales.
La convergencia entre los problemas que con relación a cuestiones morales y normativas enfrentan cristianos conversos y personas que no son portadoras de elementos religiosos en su conciencia, son más comunes de lo que pensamos debido a la influencia que el pensamiento cristiano ejerció en la construcción de la ética occidental.
A los niños hijos de creyentes se les habla de un «Dios padre» omnipotente que les observa todo el tiempo, se les enseña en el temor y la zozobra. Paralelamente el esquema de educación familiar predominante continúa siendo adultocéntrico, la jefatura del hogar beneficia mayoritariamente a los hombres padres y la familia nuclear se presenta como el proyecto socio-afectivo más acabado.
La jefatura del hogar beneficia mayoritariamente a los hombres padres y la familia nuclear se presenta como el proyecto socio-afectivo más acabado.
Resignificar el concepto de lo sagrado, el campo semántico en torno a este, ha sido una tarea crucial para todas las teologías de la liberación, acusadas por los fundamentalismos de «materialistas». A las formas convencionales del cristi