El 11 de julio de 2021 parecía un domingo normal. Ese día fui a misa y al regresar a mi casa preparé el almuerzo. Mientras comía, me puse a revisar Facebook. De pronto, vi una publicación que me dejó atónito, la ciudadanía salía a manifestarse en San Antonio de los Baños con una masividad desconcertante. Salí corriendo y le dije a mi vecina «¡Mima, la gente está en la calle!». Mi vecina me respondió «Hijo, quédate quieto, por favor». Pero al entrar en mi casa y volver a ver las redes sociales, contemplé cómo las manifestaciones se extendían por el resto del país. En ese momento supe que mi deber cívico era participar en las protestas. Minutos después, le escribí a un amigo para ponernos de acuerdo y me dijo «Nos vemos en el Vedado».
Al cerrar la puerta de mi hogar, sentí que se abría un nuevo camino. La mezcla entre emoción e incertidumbre todavía la siento. Por precaución, me fui al Vedado en transporte público. Al llegar, me encontré con mis amigos detrás del hotel Habana Libre y de ahí nos dirigimos a la sede del antiguo Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), donde empezamos a manifestarnos para exigir que informaran la verdad de lo que sucedía en el país.
De ese momento queda el registro de las imágenes. Hoy, cuando vuelvo a revisar las fotos y los vídeos que después me llegaron, intento entender a las personas mayores que me gritaban durante el acto de repudio que nos hicieron. Solo pienso en qué les movía, cómo vivirán ahora, si tendrán medicinas y alimentos. Solo me queda un gran sentimiento de lástima hacia ellos, en particular hacia el señor que me gritaba en el oído; todavía escucho sus alaridos. Un sacerdote jesuita me sacó del medio de la turba. Cuando salía y al ver que mis amigos estaban sentados en el suelo y que comenzaba la violencia, le dije al religioso «Vete, que yo vine con ellos y con ellos me voy».
Minutos después, llegó el imperio de la violencia y el triste camión de escombros. De aquellos instantes aún recuerdo la mirada de ruptura interior del policía que nos transportaba hasta la cárcel. De la estancia en prisión he escrito en otras ocasiones, por eso hoy creo