La facultad de ser consecuente es una de las virtudes personales que más empeño pongo en respetar a cabalidad, y que me sirve de primerísimo medidor para valorar a los seres humanos. Es cierto que no sirve para evaluar a todo el mundo, porque alguien consecuente es aquella persona que se comporta en consonancia con sus principios, así que un requisito inicial para ser evaluado sería el de tener principios, y el mundo actual no anda especialmente sobrado de individuos así.
Yo, por ejemplo, abogo por la ciencia para explicar casi cada situación que pueda darse en este mundo. Por eso, sería capaz de ponerme delante del péndulo más grande y soltarlo, para verlo regresar sin dar un paso en retroceso. Estoy bastante consciente de las limitaciones de la ciencia, pero esas mismas limitaciones me seducen y me convencen, porque el hecho de ir mejorando modelos y teorías para ser consecuente con las observaciones a través de la historia, me parece un proceso natural y bueno. Acoto que me refiero a observaciones de manera general, porque la ciencia, tal y como la conocemos hoy, se libró del