El detective por excelencia, el hijo predilecto del buen Sir Arthur, ha tenido una dilatada y a la vez curiosa relación con el séptimo arte, que arranca desde los comienzos del cine mudo y continúa hasta hoy, con diferentes grados de fidelidad a los originales literarios y disímiles tonos que van del terror a la sátira. En estas líneas vamos a centrarnos en cuatro momentos significativos.
Entre 1939 y 1946, la dupla actoral de Basil Rathbone y Nigel Bruce protagonizó 14 largometrajes, primero para la 20th Century Fox y luego para Universal Pictures, narrando las aventuras del inquilino del 221B de Baker Street. Toda vez que por entonces se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, en la que USA acabaría entrando y jugando un papel significativo, varias de esas piezas fueron ambientadas en ese presente, ofreciéndonos el insólito espectáculo de Holmes y Watson viajando en automóviles modernos e incluso en avión para desenmascarar espías nazis. Sin embargo, la mayoría de las películas adapta textos originales de Conan Doyle (eso sí, por lo general de manera muy libre, mezclando varios relatos en uno). Once de los episodios fueron dirigidos por Roy William Neill, un tipo particularmente hábil a la hora de iluminar las escenas, creando sombras y texturas inquietantes muy bien avenidas con el tono de las historias.
Para mucha gente, yo incluido, Basil Rathbone es el verdadero Sherlock Holmes. Ningún otro actor se aproxima tanto a la imagen que uno construye al leer los cuentos de Conan Doyle, al ver las viejas ilustraciones de los relatos. Actor teatral y cinematográfico, Rathbone creó villanos memorables, como el aristocrático e insufrible André Trochard en We’re no angels (1955) de Michael Curtiz (donde, por cierto, Humphrey Bogart asume estupendamente uno de sus escasos roles de comedia). Su detective se mueve, habla y piensa como es debido. A su lad