El sábado 8 de junio, en el horario de 5 pm a 10 pm, tuvo lugar un evento organizado por los emprendimientos Klatus Creativo, Show Live y el proyecto Habanarte, en colaboración con la dirección del Parque Tecnológico de la Finca de los Monos y el gobierno municipal del Cerro. La invitación, dirigida principalmente a los adolescentes y jóvenes entre 12 y 18 años y enmarcada en las celebraciones de inicio del verano, fue hecha desde las redes y en el programa televisivo «De tarde en casa» por Araiz Torres, trabajadora de RTV comercial vinculada al proyecto Habanarte, quien hizo énfasis en que la seguridad de los asistentes era una prioridad de los organizadores del evento. La fiesta estaba anunciada como un espacio seguro para adolescentes, uno de los grupos poblacionales más difíciles de satisfacer en cuanto a propuestas recreativas pensadas para sus necesidades y deseos. Se habló de prohibir el consumo de alcohol y cigarros en las instalaciones y de prestar especial atención a la seguridad.
Sin embargo, debido al alcance de la promoción, la accesibilidad del precio de entrada y la popularidad de los representantes del género urbano que estaban programados, el evento alcanzó una asistencia superior a la esperada. En el calor de la espera, un altercado entre dos grupos que aún permanecían en los terrenos exteriores escaló hasta convertirse en una riña tumultuaria con presencia de armas blancas y heridos. Posteriormente los jóvenes se dispersaron en zonas aledañas del Cerro, conociéndose de al menos otro enfrentamiento en la intersección de Palatino y Albear.
De inmediato las redes se saturaron de imágenes y videos que mostraban personas muy jóvenes circulando públicamente con machetes y palos, y algunos grupos huyendo de la zona. También aparecieron testimonios, videos y publicaciones reportando golpizas, asesinatos y heridos graves, la mayoría desmentidos por las familias de los supuestos fallecidos y heridos.
Casi 24 horas después, luego de que muchos usuarios cubanos en Facebook, Twitter y estados de Whatsapp compartieran imágenes y criterios sobre el hecho, y que varios medios no oficiales dieran versiones de lo ocurrido, el Gobierno de la Habana apuntó en una nota informativa que el hecho estuvo relacionado «con una actividad no aprobada, donde se produjo una alteración del orden durante el desplazamiento a las áreas exteriores de la instalación» Esta información fue completada después por la dirección del Parque Tecnológico, que hizo especial énfasis en negar la existencia de lesionados y fallecidos, dentro o en las inmediaciones de la institución.
Sin embargo, la misma Araiz Torres alegó en su muro de Facebook que nunca se les informó de tal impedimento, y en ese caso «falló la comunicación institucional en todos los niveles», lo cual revela una contradicción entre lo que el Gobierno de la Habana comunicó y la organización institucional que se hizo para la fiesta fallida.
Fue una experiencia negativa de la que muchos aprendizajes se deberían extraer en cuanto a la organización de eventos recreativos multitudinarios, estudio de las motivaciones, situación y necesidades de la población, determinación de responsabilidades institucionales y políticas de comunicación, sobre todo en lo concerniente a acciones dirigidas a públicos infantiles y adolescentes.
Fue una experiencia negativa de la que muchos aprendizajes se deberían extraer en cuanto a la organización de eventos recreativos multitudinarios.
En primer lugar, la determinación del público meta al que iba dirigida la actividad no fue acertada. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define como período adolescente la etapa que transcurre entre los 11 y 19 años, considerándose dos etapas: la adolescencia temprana de 12 a 14 años y la adolescencia tardía de 15 a 19 años (OPS/OMS, 1995). Para la UNICEF la adolescencia se divide en adolescencia temprana (de los 10 a los 14 años) y adolescencia tardía (de los 15 a los 19 años). En Cuba la percepción de la adolescencia se fragmenta en su concepto legal entre infancia y juventud. Por lo cual se reconoce una primera etapa que va desde los 12 hasta los 14 años, vinculada con la infancia, y una segunda fase que cubre desde los 15 hasta los 18 años y que coincide con el inicio de la juventud (Centro de Estudios de la Juventud, 1999). Estas mismas distinciones de edad las usa la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE, 2010) en sus estudios sobre adolescentes e infancias.
Dichas consideraciones sobre las fases etáreas implican que una actividad prevista para adolescentes de entre 12 y 18 años, con las mismas propuestas para todos e idénticas acciones de control y organización, no respetaría la distinción de niveles de desarrollo que se establece entre la adolescencia temprana y la tardía. Las diferencias de ambos grupos son marcadas en cuanto a formas de interactuar, niveles de vulnerabilidad y autocontrol, motivaciones y expresión emocional. Por lo general los menores (11 a 14 años) que acuden a actividades con los mayores y más cercanos a la juventud temprana (15 a 19) se encuentran desprotegidos en un ambiente donde los métodos de control no se preparan de forma específica para su cuidado, ni la propuesta cultural responde positivamente a sus necesidades, más cercanas a la edad infantil. No es descartable que muchos de los más jóvenes asisten