Junio es uno de los meses más lluviosos en Cuba. Foto: Cubadebate.
Si bien el mes de mayo de 2024 para los cubanos será sinónimo de récords de calor, el de junio será recordado por las lluvias, que además de los suelos han saturado a las personas que estuvieron el mes precedente clamando por ellas.
Estas no han estado asociadas a ningún sistema meteorológico “de renombre” como un ciclón [tropical] sino a procesos que ocurren habitualmente en esta época del año, eso sí, con efectos más prolongados que lo habitual.
La lluvia constituye uno de los fenómenos meteorológicos más difíciles de pronosticar ya que no tiene una distribución continua como otras variables, dígase la temperatura. Por ejemplo, entre dos puntos geográficos, cualquiera que sea su temperatura, usted puede con total seguridad decir que en cualquier localidad entre ambos podrá registrar un valor de temperatura muy similar a sus alrededores.
Sin embargo, con las lluvias no. ¿En cuántas ocasiones ha contemplado asombrado cómo el área de lluvia “termina” abruptamente a tal punto que en una acera llueve y en la otra no? Por eso muchas veces las lluvias “penalizan” a los pronosticadores, que pueden bajo una misma situación meteorológica en que fueron pronosticadas lluvias, quedar como héroes o villanos en dependencia de si esta cayó sobre las cabezas de quienes las esperaban o no.
De igual forma la línea que separa el beneficio de las lluvias de su carácter perjudicial es muy delgada y depende de numerosos factores, naturales y no.
La cantidad de lluvia que se registra en una localidad, que se expresa normalmente en milímetros, es equivalente a otra unidad utilizada en otros países: un litro por metro cuadrado. Este valor determina la precipitación puntual, no que se transporta desde y hacia ese punto.
Si la cantidad de lluvia caída (o escurrida) en un tiempo determinado es superior a la capacidad de absorción del suelo, esta comienza a acumularse o a escurrir hacia zonas más bajas donde puede enton