En Life on the Hyphen (1996), libro con el que saltó a la fama, Gustavo Pérez-Firmat interpretaba la experiencia de haberse socializado cubano durante su infancia en la isla y haber terminado de crecer y educarse en los Estados Unidos.
A diferencia de la segunda generación de inmigrantes, que solo tienen de Cuba la memoria e imágenes de sus padres, pero son americanos en todo lo demás, los que nacieron aquí llevan consigo sus propios recuerdos, incluidos los del trauma de la partida y de la aculturación. Esa experiencia de vivir “arriba de un guión”, el que une los dos términos de cubano-americano, destacaba la extrañeza de pertenecer a dos culturas, saliente de una y entrante en la otra. Como había enunciado un cuarto de siglo antes, en términos más celebrativos, el argentino Facundo Cabral, “yo no soy de aquí, y no soy de allá” (1970).
De los 2,4 millones de cubanos residentes en EE. UU. en 2021, la mayoría (1,3 millones) nació en Cuba; la cifra está muy por encima de otros latinoamericanos, entre los que apenas un tercio nacieron en sus países de origen. Como se sabe, esos 2,4 millones tienen un promedio de ingresos y nivel educacional más alto, y a diferencia del resto de los latinos, los que votan suelen hacerlo por candidatos republicanos, distinción que responde a causas históricas, detalladas por la socióloga Susan Eckstein en su investigación Cuban Privilege: the Making of Immigrant Inequality in America (2022).
Cuando se habla de los cubanos, de su estatus social y actitudes políticas, suele dividírseles en tres grupos: exilio “histórico” (1959-62) o “dorado” (1959-73), los del Mariel-años 90, y “la reciente oleada”. De los 1,3 millones nacidos en Cuba que residen allá, son ciudadanos estadounidenses 871 mil, o sea, 67 %. En otras palabras, hay 430 mil cubanos de Cuba incapacitados para votar, así como no elegibles para ocupar cargos públicos, porque siguen siendo solo residentes, sin adoptar la ciudadanía, a pesar de que entre ellos más de la mitad de los nacidos en la isla han estado en EE. UU. desde hace más de veinte años.
Considerando que 81 % de los latinos se han hecho ciudadanos, valdría la pena investigar las causas de la baja naturalización cubana, tema tan poco indagado como el de la cuestión racial en los estudios sobre la comunidad cubana.
Al menos desde 1978-79 se ha reconocido en Cuba que esa comunidad cubana en EE. UU. no es un bloque. Los estudios sobre estructura social así lo han revelado, tanto allá como aquí. Lo curioso es que ni los que analizan la política de Miami ni los que toman decisiones en Cuba parecen haber extraído las lecciones que se derivan de esas diferencias.
Paradójicamente, para quienes Cuba es la tierra de sus padres o sus abuelos, los cubanoamericanos (sin guión), constituyen un grupo menos estudiado, aunque representan 46 % del total. Todos estos estadounidenses por nacimiento, 1,1 millones, pueden votar en cuanto cumplen 18 años, así como ser elegidos como candidatos. Su probabilidad de ser graduados universitarios (mayores de 25 años) es de 43 %, en contraste con los que nacieron en Cuba, cuya probabilidad es de 24 %. De ellos, son pobres apenas