El barón Kessel bautizó la finca con el nombre de San José de Bellavista y ordenó construir en lo más alto de su propiedad un castillo de aire medieval y ambiente alemán. Foto: Tomada de Ecured.
El barón de Kessel arribó a La Habana en 1770. Era un hombre culto, con vastos conocimientos de literatura clásica.
Un día, el barón se enteró que en Arroyo Apolo, más allá de Jesús del Monte, había tierras en venta. Las visitó, le atrajo la vegetación del lugar y el aire puro que allí se respiraba y adquirió la finca. La bautizó con el nombre de San José de Bellavista y ordenó construir en lo más alto de su propiedad un castillo de aire medieval y ambiente alemán. Allí se instalaría con su esposa Carlota y Julio César, el esclavo de confianza.
Su plantación rendía excelentes dividendos y al barón nada le gustaba tanto como permanecer durante horas en el portal de su casa entregado a la lectura, mientras que sus dos hijos, nacidos en la finca, jugaban a su alrededor.
Glosaré ahora la historia de esta familia tal como la recreó el narrador y periodista cubano Leonardo Padura en su libro El viaje más largo (La Habana. Eds. Unión, 1994).
Todo fue bien hasta el día de 1808 en que el esclavo inseparable amaneció enfermo y no pudo acompañar a Kessel en su recorrido por la propiedad.
Al regresar, Kessel lo encontró en la escalera principal de la casa. Le tenía una noticia terrible: en la habitación de la torre de la izquierda, Carlota hacía el amor con el mulato José María, el carpintero de la finca.
Kessel, armado de una pistola, subió con sigilo la escalera y vio la escena. Carlota, aburrida de tanta paz y tranquilidad, de tanto latín y letras clásicas, se entregaba febril y desnuda a indescriptibles juegos de amor con aquel mulato de ojos verdes.
Kessel tomó una determinación y puso fin a la vida de ambos amante