Casi termina mayo, mes de las flores, mes de las madres. En muchos lugares del mundo este es el mes escogido para celebrar a quienes nos han dado la vida, en el sentido más amplio de la frase, que va desde darnos a luz hasta criarnos.
En estas fechas siempre me da por pensar en cómo les irá a mis amigas en su tarea de maternar en este país con sus tantas y tantas particularidades.
El Día de las Madres se intercambian postales electrónicas, mensajes amorosos y flores, pero a veces no pensamos cómo ha sido y es la carrera de ser madre en la Cuba de hoy.
Eso fue lo que pregunté a mis amigas y he aquí sus respuestas.
NCC, 58 años, dos hijos, teatróloga, asesora de TV:
Ser madre es un acto de amor incondicional. Es fuente asombrosa de energía, de crecimiento espiritual, es evidencia de que puedes transgredir normas, conceptos, leyes, convenciones y lo que sea necesario para contribuir al crecimiento y bienestar de ellos. Es intensidad de las emociones nunca descubierta, tanto para el sufrimiento como para la alegría. Es eterna certeza e incertidumbre, es renacer y morir de manera visceral a través de sus logros y sus penas. Es la más profunda y estremecedora experiencia que he tenido en mi vida.
LFP, 41 años, dos hijas, artesana:
Ser madre cubana hoy significa reinventarse cada día. Te encuentras constantemente con situaciones y circunstancias que complejizan la vida, que van desde las necesidades más elementales de un ser humano hasta las que se consideran menos importantes, pero que también son vitales; esas emociones, sentimientos y conectar con la fuerza que hay dentro para mantenerse en el camino del amor y de la alegría de vivir.
Ser madre en Cuba hoy significa estar alerta, no dejarse llevar por las riendas de un sistema de creencias y dogmas que nos ha sido impuesto y que contiene el manual de la «madre perfecta», esa que deja de ser ella para representar el papel de la heroína del sobresfuerzo, la mujer que sacrifica todo por sus hijos y su familia. Significa reencontrarse, amarse, decidir ser una madre feliz y apoyar la decisión a pesar de todo, porque sabes que si no eres feliz, tus hijos tampoco lo serán. Significa abrir tu jaula y volar y cantar…
ALH, 58 años, dos hijas, historiadora:
Fui madre en los noventa, un período en el que escaseaba casi todo, pero en el que jamás sentí el ambiente opresivo y desesperanzador que se vive en mi país hoy. Imagino, percibo, lo que significa para las madres de este tiempo mantener a sus pequeños hijos alimentados y sanos, algo que no todas pueden lograr.
Resulta duro que mis hijas, como tantas otras, no quieran parir en Cuba. Sin embargo, no les puedo reprochar la determinación; por dolorosa que sea, es comprensible. De modo que ser madre en este país es prepararse para el desarraigo. El mensaje enviado a los jóvenes el 11 de julio de 2021 —a los que se manifestaron y a los que no— fue muy claro y disparó la atomización familiar. La primera noción de patria fue relativa al patio de las casas en la antigua Roma donde eran enterrados y venerados los ancestros. La sutil noción fue extendiéndose con el correr del tiempo a la ciudad y luego al país en que se vive. En Cuba, la noción se debilita. Nuestros nietos no serán cubanos.
YAB, 44 años, un hijo, escritora:
Ser madre en Cuba siempre ha sido difícil o tal vez tenga que decir que ser madre siempre lo es. Pero en circunstancias complicadas, de carencia e incertidumbre es más duro aún. Ser madre en Cuba en estos tiempos es cargar con los vestigios insulares del machismo, de la legitimada obligatoriedad de los cuidados maternos —como si nadie más pudiera ocuparse de dormir a un bebé, de ir a una reunión escolar, de lavar un pañal o de preparar un biberón—, de la insensibilidad popular y estatal ante un trabajo que no se remunera, pero que es agotador física, económica y emocionalmente. Encima, cargar con la precarización galopante y con la violencia patrimonial que implican los precios y la inflación, amén de la angustia vicaria de ver a otras madres sufrir y no poder o saber cómo ayudarlas.
Ser madre en Cuba es temer que tus hijos no logren realizar sus proyectos de vida o que lo hagan a costa de esfuerzos sobrehumanos, que tengan que elegir entre quedarse y perder oportunidades o marcharse a lograr sus sueños y no volver a vernos. Ser madre en Cuba es temer que, si se quedan, la expresión de su muy justa inconformidad los ponga en la mira de autoridades opresivas y de grupos cuestionadores.
Pero también, ser madre en la Cuba de hoy, es descubrir que juntas somos muy fuertes, que tenemos el poder de construir nuestras redes de apoyo, que tenemos voces que alzar, demandas legítimas que hacer, realidades antiguas que transformar y espacios que ganar y vamos aprendiendo, poco a poco, cómo hacerlo. Ser madre hoy en Cuba es descubrir que, si nos lo proponemos, no estaremos solas nunca más.
YCF, 50 años, una hija, médico:
Ser madre en Cuba es un reto o una locura, depende de ti y de tu mentalidad (si la tienes). Para mí ser madre ha sido una de las más grandes alegrías en mi vida, pero serlo en Cuba tiene un matiz diferente. No te voy a decir que sufro, porque no es mi estilo, pero sí me entristece y me preocupan muchas cosas. Me preocupa el futuro de mi hija, me preocupa que salga hasta tarde y me preocupa las amistades de las que se rodea… pero todo eso es mierda… lo que verdaderamente me preocupa es que mi hija se enferme y no tenga los medicamentos o la atención que necesita, me preocupa que en la escuela no le enseñen cívica de verdad, me preocupa que mi hija no tenga un buen desarrollo físico e intelectual por mala alimentación y peor estimulación sensorial; pero sobre todo, me entristece la realidad de que para lograr muchas de esas cosas haya que emigrar y que mi hija se crie sin sus raíces y alejada de lo que es suyo por derecho de nacimiento, Cuba.
PD: también me preocupa enfermarme, que no puedan o no sepan tratarme, morirme y dejar a mi hija sola.
EPC, 57 años, dos hijos, defectóloga:
Soy madre de dos hijos. Me inicié como madre al comienzo del Período Especial, fue una lucha diaria para satisfacer las necesidades y sobrevivir a los infernales apagones. Con nueve años de diferencia nace mi segundo hijo en mejores condiciones económicas familiares y en un país que parecía salir a flote, año 1999. Fui testigo en nueve años del deterioro acelerado del sistema educativo y de enseñanza en todos los niveles y del resto de las «conquistas».
Hoy soy una madre como cientos de miles con un hijo en el exilio que garantiza mi subsistencia, la que 28 años de trabajo profesional no cubren. Mad