Hace un tiempo escribí por acá acerca de estrellas de rock que, con mayor o menor fortuna, se han arriesgado en el arte dramático. Era un texto incompleto (por solo poner un ejemplo ilustre, no mencioné a Bob Dylan, que ha trabajado en varias películas, como Pat Garret & Billy the Kid [1973] de Sam Peckinpah, donde interpreta a un raro individuo llamado Alias) pero creo que esbozaba el panorama. Ahora acabo de ver la versión remasterizada de Let it be (Michael Lindsay-Hogg, 1970) y me parece un buen momento para hablar de directores de cine que han llevado a la pantalla a grandes bandas de rock en ensayos y conciertos.
Las aventuras y desventuras de Let it be constituirían buen tema, a su vez, para otra película. Filmada en enero de 1969 con unos Beatles incómodos y hastiados, la idea inicial (documentar un concierto) se fue reformulando sobre la marcha, de manera que el director no tuvo otra opción que ir registrando los ensayos y rezar por que sus estrellas se pusieran de acuerdo para tocar en vivo frente al público. Y bueno, es conocido que al final lo hicieron… en la azotea de la Apple. En 1970, cuando salió la película, ninguno de los Beatles (recién separados) quedó complacido, pues la vieron como un retrato demasiado íntimo, que reflejaba la descomposición de la banda. Y no solo ellos: así la interpretó todo el mundo. Por más de 50 años no hubo prácticamente ninguna edición oficial de Let it be, solo copias piratas que se oían mal y veían peor. Lindsay-Hogg cargó con el estigma de haber mostrado algo que nadie quería ver.
A finales de 2021 vio la luz la serie documental Get back, dirigida por Peter Jackson, y la cosa empezó a cambiar. Jackson revisó las casi cien horas de metraje filmadas por su predecesor, y a partir de ellas armó tres dilatados episodios que mostraban, para empezar, a unos Beatles mucho más compenetrados, con presencias má