Los estudiosos del pensamiento martiano hallamos en las ideas de José Martí una fuente de inspiración y una guía válida para la búsqueda de respuestas a las interrogantes actuales, aunque es sabido que en ninguna obra de un pensador de otra época aparece la descripción del mundo de hoy, de sus problemas y de las soluciones para estos. Pero si somos capaces de establecer acertados análisis comparativos y tener en cuenta tanto las circunstancias diversas como los valores permanentes, con su estudio podremos lograr un acercamiento enriquecedor a los retos contemporáneos, lo que sería más difícil si los enfrentáramos desprovistos de lo que podemos considerar como un legado valorativo de generaciones anteriores.
No se trata, en modo alguno, de copiar palabras o imitar propuestas. El estudio de las ideas del Apóstol no tiene como objetivo el desarrollo de habilidades pragmáticas para el uso de fragmentos o páginas de sus textos como apoyo justificativo de determinados hechos o criterios del presente. Debe conocerse profundamente su pensamiento, valorar su permanencia, la proyección de aquellas concepciones que elaboró para su época y que la han transcendido; los principios que constituyen la base de su ideario, el dominio del método cognoscitivo que le permitió penetrar las realidades que lo rodeaban, así como su visión de la responsabilidad del hombre ante la sociedad. A la vez, ha de estudiarse su vida, encarna la cualidad poco común de la correspondencia entre la prédica y la actuación: no solo compartió los anhelos y logros de su pueblo, sino también sus angustias y carencias.
La mayor importancia del estudio de una personalidad de otra época radica en conocer sus respuestas a los problemas de su tiempo, las soluciones que propuso para aquellos en sus circunstancias, los métodos y vías para la exposición y la defensa de sus ideas, y la forma en la que enfrentó a sus adversarios. En los resultados de esta indagación se hallan lecciones que pueden servirnos tanto para conocer el pasado como para el