En marzo de 2020 viajé a Matanzas para asistir a la Feria del Libro en esa ciudad. Un par de días después de mi regreso a La Habana, luego de una semana en el evento, se supo que a Cuba había entrado la primera persona con COVID-19 y que comenzaría la tremenda aventura que conocemos. Pero antes de la tragedia y de la epidemia que nos tuvo en vilo tanto tiempo, en el Paseo de Narváez, justo al lado del río San Juan, en la presentación de su libro En tiempos de blogosfera conocí a Alina Bárbara López Hernández.
Esa tarde fui a la firma de sus libros en el stand de Ediciones Matanzas para conocerla. Mi curiosidad venía dada por un suceso que tuvo lugar en la Feria del Libro de La Habana, donde los libros de Alina que debían presentarse nunca llegaron a La Cabaña —supuestamente porque les faltaba la cubierta— y la autora hizo la denuncia en las redes sociales, momento en el cual supe, debo decirlo con honestidad, de la existencia de Alina y también de la revista La Joven Cuba.
Aunque en mi ignorancia no conocía su trabajo, Alina tenía una obra importante y muchísimos seguidores en su provincia y fuera de ella. El día de la presentación casi no alcanzo uno de los ejemplares, pero fue un casi y no solo pude tenerlo, sino que además logré que su autora me lo firmara y hasta hacerme una foto con ella. Era el comienzo de una gran admiración y también de una relación amistosa que hemos mantenido, sin muchos intercambios, pero que perdura en el tiempo.
En cuatro años ha llovido bastante, demasiado tal vez. Hemos vivido momentos intensos que van desde el confinamiento, la enfermedad, la escasez, el ordenamiento, la inflación, la falta casi total de medicinas, el 27N, el 11J, los presos, el aumento de la persecución y de las represiones, el acoso a activistas y disidentes, el crecimiento de los feminicidios, las denuncias en las redes sociales y muchos otros sucesos.
Pero han sido también cuatro años de definiciones. Creo con seguridad que en este tiempo el Estado cubano se ha quitado finalmente la careta y ha dejado ver su rostro verdadero. Es la cara de quien no respeta ni considera a sus ciudadanos; es más, de quien no le importa si se enferman, si no tienen manera de ser curados, si se alimentan o si mueren. Es un Estado que se ha vuelto de espaldas al pueblo al que debería servir y marcha por quién sabe cuál universo paralelo que solo existe en su discurso oficial lleno de falsa positividad, esperanza vacía y consignas ridículas.
Uno de los episodios más recientes de acoso a la ciudadanía por parte del Estado cubano a través de los Órganos de la Seguridad del Estado y de la Policía es el ocurrido a Alina Bárbara López Hernández el pasado 18 de abril de 2024. Imagino que muchos sabrán que fue detenida en Bacunayagua sin razón aparente mientras se dirigía a La Habana en un carro particular. En sus publicaciones de días posteriores hemos conocido los detalles y también hemos visto las fotos de las lesiones que tiene producto de la arbitraria detención. Sabemos del ensañamiento que tiene el Gobierno con la historiadora, quien no les da tregua presentando denuncias amparadas en la Constitución vigente y ripostando con sus argumentos irrebatibles cada una de las acusaciones que le hacen, cada uno de los intentos por desequilibrarla.
Pero ella no es la primera ni la única mujer que ha sufrido violencia por parte del Estado en el país. Hace pocos días, Yamilka Laffita —conocida en las redes sociales como Lara Crofts— fue también retenida en una estación policial en Matanzas a donde había viajado para recoger medicamentos como parte de la gran labor que realiza para hacer llegar donaciones de medicinas e insumos médicos a quienes lo necesitan. La labor de la activista ha sido decisiva en muchos