Los errores del gobernador
Fue noticia este 24 de abril la renuncia del gobernador de la provincia de Cienfuegos, Alexandre Corona Quintero.
La nota oficial señaló, escuetamente, que el funcionario «reconoció errores cometidos». Su dimisión fue aceptada por el presidente Miguel Díaz-Canel. Lo sustituyó la vicegobernadora Yolexis Rodríguez Armada.
Los medios estatales no han ofrecido más información. Sin embargo, la prensa de Miami y usuarios de redes sociales, sin ofrecer evidencias ni fuentes cercanas al caso, afirman que fue forzado a dimitir por corrupción.
Días antes de su renuncia, medios y canales de la oposición acusaron al gobernador de beneficiarse de la asignación indebida de viviendas, la malversación de recursos y la inversión fraudulenta en empresas privadas.
A diferencia de lo ocurrido con Alejandro Gil, la renuncia de Corona Quintero no incluyó su condición de diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, al menos hasta el momento de publicación de este boletín.
Según la web del Parlamento cubano, el exgobernador y parlamentario se graduó en el Instituto Superior del MININT en Villa Clara, inició su vida laboral como oficial de esta institución y antes de ser nombrado para el puesto del que dimitió, tuvo «diferentes cargos de dirección en el sector de la Industria Pesquera, desde Subdirector de la Estación de Alevinaje hasta Director General en las Empresas EPICEN y YAGUACÁN».
También afirma que «ha recibido, entre otros reconocimientos, las Monedas Conmemorativas por el XL Aniversario de la Constitución de los Órganos del Poder Popular y por el 200 Aniversario de la Ciudad de Cienfuegos».
Esto significa otra importante caída en el prestigio de los funcionarios del gobierno, aunque se trate de un caso local.
Opinamos que es una torpeza informar como «renuncia», en tono telegráfico, un caso obviamente complejo.
Estamos viendo una constante sustitución de funcionarios e incluso de procesos penales contra funcionarios y empresarios estatales. Es elemental que no se trata de casos aislados, que todo apunta a que la corrupción y la negligencia son hechos generalizados.
El incidente más relevante hasta el momento, por el alto rango del implicado, fue la acusación contra el ex vice primer ministro y ex ministro de Economía, Alejandro Gil, que no ha tenido un debido seguimiento informativo, dejando margen a múltiples especulaciones posteriores.
No basta con informar escuetamente acerca de medidas contra personas individuales que la mayoría de las veces son imposibles de ocultar. Habrá más razones para poner en duda la credibilidad de la gestión de estos casos mientras no sean tratados con claridad.
Por ahora todo va quedando en la especulación y en la información fragmentaria, casi nunca verificada, que ofrece con tintes sensacionalistas y amarillistas, parte de la prensa no estatal.
La corrupción de funcionarios importantes, generalmente, no implica a una sola persona. Por lo general, estos apenas son la pieza más notable de una trama que puede incluir, desde funcionarios menores hasta empresarios estatales, privados o extranjeros.
Asimismo, la entrada del sector privado en Cuba complejiza los cauces y caminos de la corrupción. A las ya recurrentes acciones de ejercicio fraudulento del poder —como la malversación o desvío de recursos— se le suman males arraigados en el continente latinoamericano y en otros lugares del mundo, como el clientelismo o el traspaso arbitrario de bienes del Estado a privados cercanos a los funcionarios corruptos.
Un ambiente de secretismo, falta de transparencia y control ciudadano, así como la pasividad de la prensa estatal ante estos casos, favorecen estos males, pues los comisores se sienten impunes.
La caída de cuadros como Corona o Gil sugiere una extensa red de manejos irregulares que compromete el prestigio de toda la máquina estatal.
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