Por: Claudiana Guedes de Jesús
La economía del cuidado comprende actividades esenciales para la vida. Los servicios de economía del cuidado son prestados en gran medida por mujeres que a menudo no reciben remuneración, no disfrutan de derechos y protecciones laborales y se encuentran en situaciones precarias y vulnerables. Sin embargo, la economía del cuidado es de vital importancia y puede ayudar a revertir las desigualdades sociales y de género en combinación con el desarrollo económico.
En este marco, la presencia del Estado, a través de acciones gubernamentales y políticas públicas, puede servir como base para mejorar las condiciones de los trabajadores de la economía del cuidado. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han arrojado luz sobre la economía del cuidado como central para el diseño y conducción de políticas socioeconómicas en la agenda de recuperación pospandemia para América Latina y el Caribe .
La pandemia de COVID-19 puso de relieve la importancia vital de la economía del cuidado para el desarrollo económico y el bienestar de América Latina. La CEPAL define la economía del cuidado como “todas las actividades que aseguran la reproducción social y el mantenimiento de la vida humana en un ambiente adecuado, la economía del cuidado protege la dignidad de las personas y la integridad de sus cuerpos, Esta promueve la educación y la formación, apoya el bienestar psicológico y emocional y mantiene los vínculos sociales”.
¿Qué es el trabajo de cuidado?
Además, como lo expresa la OIT, el trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado, implica actividades directas, incluida la alimentación de bebés o el cuidado de personas mayores, y actividades indirectas, como limpiar o cocinar. A pesar de su importancia vital, los trabajadores de la economía del cuidado sufren de invisibilidad social: el bajo valor social atribuido a su trabajo contradice su papel central en el sistema de desarrollo socioeconómico. Estas actividades, en general, se dan por sentado y no se incluyen de manera significativa en la discusión de las políticas públicas, especialmente las políticas económicas.
En 2015, alrededor de 2.100 millones de personas (1.900 millones de niños menores de 15 años y 200 millones de personas mayores) requirieron servicios de cuidados. La OIT estima que esta cifra aumentará a 2.300 millones de personas para 2030, debido al creciente número de niños, ancianos y personas con discapacidad que requieren servicios de cuidado. Como tal, es probable que la demanda de trabajadores y servicios de cuidados aumente drásticamente en el futuro. Por lo tanto, las políticas gubernamentales son vitales para garantizar que tanto los trabajadores de la economía del cuidado como aquellos que necesitan cuidados reciban la protección y el apoyo adecuados.
En Brasil y otros países de América Latina y el Caribe, el cuidado de bebés, niños, anci