Desde niña, mi familia compartía recursos con otros hogares del barrio, personas asociadas a nosotros por trabajo y afinidad, e incluso completos desconocidos.
Era y sigue siendo una práctica popular, enraizada en las tradiciones de las clases más humildes, las que mediante una colaboración activa logran solucionar necesidades cotidianas que de otro modo podrían ser solventadas solo parcialmente o demorar su resolución.
Los intercambios, préstamos y donaciones se hacían por un poco de sal, alimentos, ropas, herramientas, medicinas. Lo que se tuviera y en dependencia de la necesidad, se daba o se prestaba, se intercambiaba por otros productos o servicios y a veces, muy raras veces, se vendía a precios simbólicos.
En el caso de los medicamentos el ejercicio del trueque o la donación se daba entre grupos afines, a veces dentro de la familia y la vecindad, dadas las responsabilidades en el acto de compartir un producto muy sensible, el cual, amén de ser escaso y específico, venía con requerimientos como prescripción médica y riesgo de efectos secundarios. Esto significa que no se entregaban a cualquiera: las medicinas se compartían con extrema precaución y solo a conocidos cercanos.
En el caso de los medicamentos el ejercicio del trueque o la donación se daba entre grupos afines, a veces dentro de la familia y la vecindad.
Mi abuela compartía regularmente sus medicamentos para la hipertensión con una vecina. Ambas tenían en común la condición médica y usaban la misma dosis, pero recibían su cuota por tarjetón en farmacias diferentes y a veces una se adelantaba. Entonces, la afortunada que había recogido la cuota, le prestaba a la otra uno o dos blísteres hasta que esta pudiera «devolver» la donación, cuando entrara la medicina a su farmacia.
Algunas personas, sobre todo de la tercera edad y cuidadoras, mantienen estos rituales de intercambio regular con carácter altruista. Basta que alguien declare la necesidad en el círculo cercano para que aparezca al menos un comprimido, un pomo de colirio, un tubo de ungüento aunque sea a medias, algo.
En tiempos de crisis estas interacciones no desaparecen, aunque pueden cambiar en frecuencia y alcance. Las familias suelen ser más cuidadosas con ciertos productos de difícil acceso; compartir se hace más limitado, pero la voluntad de ayuda persiste y aún sin nada que dar, se siguen intercambiando contactos y posibles vías de adquisición de uno u otro recurso.
Este es un fenómeno propio de comunidades sometidas a circunstancias adversas como epidemias, escasez, guerras, desastres climáticos y otros eventos que comprometen la supervivencia individual y colectiva. No significa que en todo momento surja ese espíritu de solidaridad. Las dinámicas comunitarias no están exentas de mezquindades, acaparamiento de recursos o gestos egoístas. Pero en general, cuando históricamente la educación familiar y social ha influido en la formación de una actitud solidaria, prevalece la cooperación.
Las dinámicas comunitarias no están exentas de mezquindades, acaparamiento de recursos o gestos egoístas.
La autorización gubernamental para el acceso a la internet por datos en Cuba, en diciembre del año 2018, cambió radicalmente esas dinámicas de compartir, y las redes de apoyo e intercambio ampliaron su alcance, transformándose las interacciones barriales, familiares y laborales, por acción de las RRSS y las aplicaciones de mensajería, en plataformas de canje y donación, de alcance provincial y nacional.
La prueba de fuego de esta red solidaria había comenzado unos meses antes de la autorización, con el accidente del vuelo 737-201 acontecido el 18 de mayo. La convocatoria popular a donar sangre y recursos para las víctimas y sus familias se difundió rápidamente en redes y mensajes, consiguiéndose una movilización masiva. Esta convocatoria pública demostró que las redes de apoyo en Cuba, gracias a la conectividad, habían pasado a ese nivel en que el llamamiento público institucional ya no era el único motor movilizador de grandes sectores de la población.
Otra convocatoria igualmente masiva, que corrió a cargo de instituciones y de la población civil, tuvo lugar en el año siguiente, el 27 de enero, ante la ocurrencia de un tornado categoría F4 en la escala de Fujita que devastó algunos barrios habaneros . Fueron los ensayos del movimiento autorganizado de la sociedad civ