Foto: Calixto N. Llanes / JIT.
7 / abril / 2024
No había que ser Nostradamus para adelantarse a que la 63 Serie Nacional de Béisbol dejaría más de un desastre organizativo —¡y eso que acaba de arrancar!—. Si de algo pueden jactarse los federativos de la pelota cubana es de que nada les sale según «lo planificado».
Hace unas semanas, apuntaba por aquí, «que las miserias de las series nacionales de béisbol en Cuba son como el cuento de la buena pipa, no se acaban». Año tras año sucede lo mismo, una guagua que se rompe en medio de la Carretera Central o que se queda sin combustible.
Tres bates que faltaron, uniformes con errores o que no llegaron a tiempo, pelotas con humedad y un sinfín de otras situaciones que se repiten en el principal evento deportivo del país. La Serie Nacional está en terapia intensiva hace varias décadas y los directivos insisten en hacernos ver que «todo va bien».
Cuando la Serie no cumple ni un mes de la voz de play ball, ha dejado entre marzo y abril par de perlas. Primero, los actuales campeones nacionales (los Leñadores tuneros) se quedaron varados una semana en La Habana por falta de una guagua que los trasladara a su cuartel general.
Pero todo empezó por la rotura del ferry que se mueve entre el puerto de Batabanó y la Isla de Juventud. Una subserie que no se pudo cumplir.
Los tuneros no pudieron moverse a Nueva Gerona y se suspendieron los juegos. Como en la Comisión Nacional no podían esperarse el traspié, los peloteros tuneros se quedaron en «tierra de nadie» durante una semana.
«Sabiendo que el ómnibus que los transportaría por la isla tenía situaciones técnicas, decidieron que los trasladaran así mismo y a pocos kilómetros de salir del balcón del oriente se rompieron y después de 18 horas votados en la carretera, lograron