En ocasión del fallecimiento de Tomás Fernández-Travieso
La reciente muerte de Tommy Fernández-Travieso, uno de los prisioneros políticos más emblemáticos de Cuba, obliga a reflexionar una vez más sobre el sentido y trascendencia de una gesta que ha adquirido sus propios contenidos.
Tommy fue un compañero destacado en la lucha y tanto en el presidio como en el exilio se distinguió por su fortaleza moral. Condenado a muerte a los 17 años de edad, la sentencia le fue conmutada horas antes de la ejecución, viendo partir al paredón a dos grandes amigos, Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campaneria.
Lo he escrito en numerosas ocasiones y expresado no menos veces, me siento muy orgulloso de haber estado en el presidio político cubano y no conozco a un solo compañero que no lo esté también. No solo cumplimos con nuestro deber, sino que la prisión nos fortaleció en valores y principios, razón por la cual nos consideramos mejores ciudadanos.
Ese orgullo nos lleva a recordar sucesos particularmente dolorosos, como la muerte en huelga de hambre de cualquier compañero, como fueron los casos, entre otros, de Pedro Luis Boitel y Orlando Zapata Tamayo, el asesinato de Ernesto Díaz Madruga o la clausura del Presidio Político de Isla de Pinos, que Ramiro Gómez Barrueco recuerda en el mes de marzo de cada año.
La lucha para combatir la dictadura nos llevó a presidio, pero esa vivencia adquirió un carácter tan especial que se convirtió en otra fase del proceso, tanto que, aunque habl