MIAMI, Estados Unidos. – El pasado domingo 17 de marzo, los cubanos salieron a las calles en varias localidades de la Isla. Las principales reivindicaciones fueron corriente eléctrica, comida y libertad. Las protestas se fueron apagando con la represión y llegó algo de comida a las lugares donde hubo manifestaciones, pero el malestar permanece en todo el territorio de la nación porque la distribución de los mínimos recursos existentes se torna cada vez más dramática, a medida que el tiempo transcurre sin atisbo de esperanza.
En medio de este viaje hacia el colapso absoluto del país, los dirigentes cubanos inundan las redes sociales con acusaciones al Gobierno de EE.UU. y fotos enmarcadas en la estética de un realismo socialista que retratan una bonanza y una paz social que nunca existieron, aunque el actual infierno puede hacer pensar a muchos que tiempos pasados fueron mejores.
Escapar de la realidad es el denominador común de la sociedad cubana; la Revolución “de los humildes y para los humildes” ha culminado en un capitalismo de Estado que solo consigue enriquecer a una casta, mientras el pueblo padece una creciente miseria material y moral. El socialismo cubano se encuentra en estado de coma por un fallo multiorgánico; sobrevive gracias a la represión y al apoyo de sus aliados.
El desenlace de esta situación es impredecible; la represión política funciona con la eficacia y celeridad acostumbradas, pero los conatos de rebelión aumentan. Por otra parte, los aliados del régimen tienen sus propios problemas, y mantener a la dictadura cubana es una carga que resulta demasiado gravosa. El escenario europeo hace temer una guerra que involucre a la OTAN en defensa de la integridad territorial d