Militó en el Partido Conservador, en el Conjunto Nacional Cubano, en la Coalición Socialista Democrática, en el ABC, en el Partido Republicano… Foto: Tomada de cubacollectibles.com.
Si usted pregunta a alguien mayor de 80 años quién era Benito Remedios Langaney, responderá, de manera sintética, que era un animal. Un día en que venía de Pinar del Río le cayó a tiros a su propio automóvil porque el vehículo se encangrejó en la carretera.
Durante los largos años en los que fue representante a la Cámara, solo en una ocasión pidió la palabra en el Parlamento. Se la concedieron, y sus compañeros de hemiciclo aguardaron ansiosos su estreno como tribuno. Entonces se irguió en su escaño, carraspeó, miró hacia un lado y hacia otro, balbuceó frases ininteligibles y volvió a sentarse. “Remedios pidió la palabra y la perdió”, dijo, no sin humor, Carlos Márquez Sterling, que presidía ese cuerpo colegislador.
Parco en el decir, el hombre era, sin embargo, elocuente en los hechos, sobre todo en lo que a la compra-venta de votos se refería. Salió electo representante en cinco ocasiones (1926, 1938, 1942, 1946 y 1950), y senador en 1932. Dinero mediante, no solo se hacía elegir, sino que hacía elegir, asimismo, a su esposa y a su hermana y, en el momento de su muerte, se empeñaba en elegir también a su hijo. Tenía una divisa electoral infalible y convincente. Decía: “Pago el doble que cualquiera”.
En verdad lo pagaba y rastreaba hasta el último quilito el dinero invertido. Nadie podía “darle la mala” y, mientras otros políticos displicentes, como José Manuel Alemán, entregaban, sin contarlas, gruesas sumas a sus sargentos, Remedios no solo sabía con exactitud lo que daba, sino que al final había que rendirle cuentas.
En vísperas de las elecciones parciales de 1950, fueron a visitarlo tres o cuatro caciques del habanero barrio de Colón con el fin de garantizarle votos en determinado colegio de la zona. A cambio, querían cargos en el Estado.
“No, cargos no; los necesito para mí. Díganme el dinero que quieren y la cantidad de votos que me prometen, y tal vez lleguemos a un arreglo”, les dijo. Como las células se cotizaban entonces a 10 pesos y eran 500 los sufragios prometidos, el nego