LA HABANA, Cuba. – Han querido manejarla como “otro problema más” cuando en realidad se trata de la más clara señal del hundimiento y la peor crisis política de los últimos 10 años, en tanto las recientes revelaciones en el caso del ministro de Economía y viceprimer ministro no dejan dudas del caos y la desfachatez como “estilo de gobierno” del régimen cubano.
Si hasta hace unos días quedaba alguien en Cuba sin convencerse de que las raíces y el origen de nuestros problemas no hay que buscarlos en otro lugar que no sea aquí mismo en la Isla y que no existen otros “enemigos” que los internos, los cuales albergan ellos mismos en las filas de su “partido único”, ya hoy no se justifican ni ingenuidades ni silencios porque no se trata de otro caso más de corrupción destapado sino el CASO (en mayúsculas) que demuestra definitivamente la desbordante corrupción que emana de lo más alto y se esparce sin control, dejando poquísimos lugares a salvo entre nosotros “los de abajo”.
Lo que hemos sabido sobre Alejandro Gil —no por la parca “nota oficial”, apenas publicada como parche para inútilmente disimular un agujero negro gigantesco, sino por las verdades expuestas por la prensa independiente— bastaría en cualquier lugar “decente” del planeta para que los ciudadanos exijan la renuncia de todo el gabinete, incluidas sus cabezas principales porque no se trata del ministro que “permitió” tal o cual delito, o que recibiera sobornos o que incluso tuviera un “mal desempeño” de sus funciones sino que estamos frente al tipo (o mejor, la cara más visible) que orquestaba todo un esquema de corrupción y de saqueo financiero a la par que impulsaba políticas de austeridad económica sobre la base de la escasez de divisas y la urgencia de captarlas para “mejor distribuirlas”.
Pero no somos un “país decente” y la prueba está no solo en que sea el mismísimo ministro de Economía que lloraba por la escasez de dólares quien los robaba y sacaba del país, sino porque más allá de los comentarios en la calle, algunos incluso entre risas a pesar de la gravedad de lo sucedido —y a pesar de revelársenos cínicamente que nos han tomado el pelo con el cuento de la falta de liquidez y el “bloqueo”— no ha pasado nada.
Nadie entre los más afectados por los paquetazos económicos que hoy se descubren en su verdadera esencia hipócrita ha exigido nada a voz en cuello. Incluso todavía están por ahí los que estúpidamente o muy a propósito de “hacer la pala” siguen atribuyendo la inflación y la caída del peso frente al dólar a la “tasa de El Toque”,