–“Lo mejor será que bailemos”
-“¿Y qué nos juzguen de locos, Sr. Conejo?”
-“¿Usted conoce cuerdos felices?”
-“Tiene razón, ¡¡bailemos!!”
(Alicia en el País de las Maravillas)
LA HABANA, Cuba.- Yasiel Puig se fue de Cuba después de sacarle chispas al madero, meterle un out memorable a Norlis Concepción (ese mismo, el que se deslizaba en todas las jugadas) y escribir una especie de prólogo para el libro de su leyenda negra.
No lo olvido: a poco de su debut en las Series Nacionales, alguien me comentó que era un superdotado defectuoso. Deslumbrado por las cosas que el cienfueguero hacía en el terreno, yo me dejé llevar por lo primero y subestimé aquel adjetivo que lastraba al jugador. Luego lo acepté…
El caso de Yasiel Puig Valdés es prueba incontestable de que, como diría Billy Wilder, nadie es perfecto. Dicho en pocas palabras, se trata de un cinco herramientas con la cabeza mala. Un Ferrari con frenos de Moskovich. Una de esas novelas que seduce hasta la página penúltima.
Su propia salida del país olió a tormenta. El muchacho de 21 abriles se echó al mar en una lancha que partió hacia Isla Mujeres, donde lo retuvieron a la espera del pago de un rescate y recibió amenazas como la amputación de un brazo, cortesía de traficantes vinculados con el grupo criminal mexicano Los Zetas.
Fue el propio Scully quien lo bautizó como ‘Wild Horse’. Le encasquetó el ‘Caballo Loco’ y Puig llevó orgullosamente el mote, pero por el camino tropezó, ebrio de un coctel que mezcló fama repentina y carácter eruptivo.
Porque la Puig-manía no tardó en apoderarse de Los Ángeles. El recién llegado arrolló a todos en el mes del estreno (average de .436, slugging de .713, siete vuelacercas y 16 remolques) y en Chavez Ravine se gozaba con un pelotero diferente, sobrado de talento y energía. “Ni siquiera Hollywood podría escribir este guion”,