LA HABANA, Cuba. – Este 27 de febrero es una fecha triste en nuestra historia porque hace 150 años cayó en combate Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria. Fue sorprendido, enfermo y sin la escolta que lo protegió mientras era el presidente de la República en Armas, por una patrulla española en la zona de San Lorenzo, en pleno corazón de la Sierra Maestra. Se dice que, ya herido por sus perseguidores, prefirió lanzarse por un barranco antes que caer prisionero de los españoles.
A la hora de reseñar la significación histórica de Céspedes sobresale su condición de iniciador de nuestras luchas por la independencia, el 10 de octubre de 1868 en su ingenio La Demajagua. En una muestra de patriótico desprendimiento, Céspedes renunció a su riqueza ―se le calificaba como uno de los hombres más ricos de la región de Manzanillo― y se lanzó a la manigua en aras de materializar su aspiración independentista.
Su condición de iniciador de la gesta emancipadora le valió la elección como presidente de la República en Armas, al adoptarse la Constitución de Guáimaro en abril de 1869. Y en otro gesto heroico formó parte del grupo de patriotas que decidieron la quema de la ciudad de Bayamo, la primera capital de la revolución, pare evitar que cayera en manos de las tropas españolas al mando del Conde de Valmaseda.
Y si trascendental fue el papel de Céspedes como pionero de lo que se conocería como la Guerra de los Diez Años, no menos importante fue su contribución a la conformación de lo que hoy conocemos como la nacionalidad cubana, esa mezcla de blancos, negros y mestizos.