LA HABANA, Cuba.- Además de en la represión, en la única otra cosa que ha sido exitoso el castrismo ha sido en aturdir y conseguir la indefensión inducida de la mayoría de los cubanos. Lo ha logrado a base del miedo, el adoctrinamiento y la desinformación a que hemos estado sometidos varias generaciones de cubanos durante más de 65 años de dictadura.
Así, no es de extrañar que, desde hace mucho, se hayan acunado axiomas cínicos y paralizantes como “esto no hay quien lo tumbe, pero tampoco hay quien lo arregle”.
Frases como esa, que invitan a la inacción y la apatía, al “no hay nada que hacer”, contrastan con la ingenuidad rayana en la tontería de aquellos que cada vez que el régimen amaga con simular una apertura o “una rectificación de errores”, creen en la posibilidad de que “ahora sí todo va a arreglarse y a empezar a mejorar”.
Pasa ahora mismo con los ilusos que esperan que la destitución del ministro de Economía Alejandro Gil y el aplazamiento del paquetazo de choque signifique un cambio positivo en el rumbo de la economía nacional. Alejandro Gil, como antes Marino Murillo, han sido solo chivos expiatorios. No fueron ellos los culpables del desastre económico que generó la Tarea Ordenamiento. Simplemente fueron los ejecutores de las órdenes recibidas de sus superiores. Su sustitución nada significará. Como tampoco significaría nada el reemplazo (que no se puede descartar) de Miguel Díaz-Canel antes de que termine el periodo como presidente para el que lo designó Raúl Castro. Es él, Raúl Castro, “el jefe de la revolución”, y el generalato de las FAR y el MININT quienes controlan todo y toman las decisiones. Y con tales decisiones, no pueden esperarse otros resultados.
Pero más que Raúl Castro y sus generales, el problema es el socialismo marxista-leninista de partido único y economía planificada por el estado que no ha funci