—Papi, la maestra de Historia dejó de tarea que cada cual resumiera en dos páginas las características de algún pueblo que se asemeje en algo al nuestro.
—Si de pueblos originarios parecidos al nuestro se habla hay que mencionar los que encontró Colón cuando decidió invertir en Cuba: los guanahatabeyes, los siboneyes y los taínos. Su mansedumbre era tal que si les quintuplicaban el precio del combustible se hubieran limitado a remar del Caribe al Amazonas en busca de mejores opciones.
—Pero Hatuey se les rebeló a los españoles.
—Para que algún pillo que estaba cerca de la hoguera escribiera el cuento y otro cabrón se hiciera rico a costa de una marca de cerveza. Cuando visité el monumento que recuerda el lugar del suplicio, pensé que la Historia ha sido tan injusta con él que cuando los libros hablan de «Grito de Yara» se refieren a cualquier cosa menos a los alaridos del pobrecito mientras lo estaban quemando.
—Yo creo que la profe lo que busca es que investiguemos sobre grupos humanos que provengan de la península española o del continente africano, pues habló de la sangre que nos corre mayoritariamente por las venas.
—Los cubanos tenemos sangre en las venas, sí. Yo creo que si antes de montar en los buques negreros se hubiera aparecido alguien a soltarle a los esclavos: «No habrá