Hay un puñado de realizadores que a estas alturas no necesitaría demostrar nada, de la misma manera en que no tendrían que hacerlo Paul McCartney, Bob Dylan o los Rolling Stones, y sin embargo nos sorprenden todavía con obras relevantes, para las cuales convocan a viejos y probados compinches. Es el caso de Martin Scorsese y su reciente Killers of the flower moon, protagonizada, entre otros, por Leonardo DiCaprio y Robert De Niro.
Todos conocemos esos lugares comunes que suelen aparecer en las noticias tamizadas por las redes sociales: «Fulano rompe el silencio acerca de esto», «La historia jamás contada», «Lo que la élite no quiere que sepas». Por lo general son meros ganchos, Fulano no estuvo en silencio ni diez días y eso porque nadie le había preguntado; a la élite le da igual si consumes esa u otras tonterías. Ahora bien, en este caso el veterano Martin sí lo ha hecho, o sería mejor decir ha colaborado con ello, trasladando a la gran pantalla el libro de David Grann que investiga y revela acontecimientos reales que tuvieron lugar hace exactamente un siglo y que permanecían ignorados, al menos, por el gran público: los sistemáticos asesinatos de miembros de la nación Osage por parte de ciudadanos blancos, para apropiarse de los derechos sobre terrenos ricos en petróleo que, legalmente, pertenecían a dicho pueblo nativo.
Las leyes, de entrada, exigían que los indios tuvieran un tutor WASP que administrase su dinero, dando por sentado que eran intelectualmente inferiores. Pero claro, de esa manera los blancos solo podían robar un poco, no cogérselo todo, y los Osage se habían hecho inmensamente ricos (hasta el punto de contratar criados y choferes anglosajones),