En días del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano La Joven Cuba entrevista Iván Giroud, promotor y gestor del cine cubano, quien además fuera durante muchos años presidente del mencionado Festival. Exploramos su relación con el cine cubano y el Festival, los desafíos y retos que identifica para el desarrollo del séptimo arte en Cuba y sus criterios sobre las problemáticas que han provocado las últimas crisis en el campo de la cultura.
¿Cómo se inicia su relación con el cine y cómo llega al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano?
Mi relación con el cine está desde niño, pues mi papá y mi mamá me llevaban mucho. Al terminar el sexto grado me bequé en los Camilitos, pero iba al cine casi todos los fines de semana. Cuando tengo que elegir una carrera no sé por qué decidí estudiar Ingeniería Civil, tal vez porque era bueno en las matemáticas. Da la casualidad de que un compañero de aula, casado con una prima de Lourdes de los Santos, nos convocó a un grupo a irnos de extras para la filmación de Cecilia. Ahí empecé a conocer personas del Icaic (Instituto de Arte e Industria Cinematográfica).
Me gradué, empecé a trabajar, me fui al Departamento de Proyectos y Construcción del Ministerio de Cultura a remodelar teatros… En esa etapa conozco a Daisy Granados y Pastor Vega; coincidimos mucho en casa de Pepe Horta y nos hicimos amigos.
Cuando decido dejar la ingeniería, Pastor me propone ser su asistente. Eso fue en 1987; en octubre del año siguiente entro a trabajar en el X Festival como asistente de Pastor. Me ocupaba de tramitar las visas de los invitados, de recibir las películas, entre otras tareas. Luego, Alfredo Guevara, que ya me conocía, me pide que lo ayude a organizar un seminario de la Unesco en el marco del Festival.
Pastor renuncia en el año 90. En el 91 viene la crisis de Alicia en el pueblo de Maravillas, sale Julio García Espinosa, regresa Alfredo, y en el 94 tengo que empezar a responsabilizarme con el Festival, porque el director —en aquel momento era Pepe Horta— se queda en México. Yo siempre he dicho que no estaba preparado para dirigir, me interesaba más un trabajo organizativo. A partir de ese momento, primero dirijo la oficina del Festival del Cine y luego me nombran director del Festival, desde 1994 hasta 2010. Alfredo era el presidente y yo el director.
En 2002 la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) le propone a Alfredo coordinar la parte de América Latina en una enciclopedia del cine. Él empieza a trabajar, pero llegado un momento se da cuenta de que no tenía tiempo, y me da la tarea a mí. En 2007 Teddy Bautista, presidente de la SGAE, me propone irme a Madrid como director de un proyecto de comprar varios cines en España para programar cine latinoamericano, y en América Latina para cine español. Hasta 2010 estuve llevando, desde la distancia, el diccionario y el Festival.
En 2010 hubo una crisis entre Alfredo y yo, y en 2011 por correo me propone que me quedara solo como asesor a distancia, y decidí retirarme. Me quedé entonces en Madrid con el proyecto que te comenté y dirigiendo una sala que ponía cine de autor.
En diciembre de 2012 quise regresar. Tenía mi casa en Cuba y era complicada la relación con mi pareja a distancia. Al retorno, Omar González me deja como asesor de relaciones internacionales en el Icaic. Luego fallece Alfredo. Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Manolito Pérez, Juan Padrón y otros cineastas le hacen una carta al ministro de Cultura para pedirle que me nombraran director del Festival.
Era un momento de crisis, estaba el germen de lo que después fue el G20, había una crisis en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio (EICTV) también. Entonces me toca ser director, presidente y coordinador del evento. Estuve desde 2013 hasta 2022, cuando me jubilé.
El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano surge cuando una zona de la producción cinematográfica en la región buscaba diferenciarse de las tendencias internacionales que dominaban la industria. ¿Cuánto de eso se mantiene hoy? ¿Podemos seguir hablando de un nuevo cine latinoamericano en la actualidad?
Sobre 2015 o 2016 se nos ocurrió cambiarle el nombre al Festival. No cambiar el nombre oficial en los documentos, sino a nivel comunicacional, y llamarlo Festival de Cine de La Habana porque Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano era demasiado largo también para redes sociales. Aparecieron unos «viudos»: «¡¿Cómo íbamos a cambiar eso, que lo creó Alfredo?!». El motivo era que en el mundo se conocía de esa forma; no se trataba de la esencia, porque siempre nos hemos interesado mucho en buscar lo más auténtico del cine latinoamericano.
Foto: Perlavisión
El Festival es heredero de un movimiento que es artístico, pero además político. Era un cine que se quería diferenciar de los cines industriales de la región, que siguieron existiendo, y estaba muy emparentado con la acción política de llevar este arte a las comunidades, de registrar lo que no se podía ver, en un momento en el que todavía quedaban dictaduras en América Latina.
El origen de todo está en Viña del Mar. Luego llega el golpe de Estado de Pinochet y los Comités de Cineastas de América Latina organizan reuniones en Caracas, Mérida, México durante los años 70. En el 78 Cuba hace un Festival de la Juventud y los Estudiantes, que venía con el formato de la Unión Soviética. Ese festival tenía la obligación de hacer una muestra de cine de los países socialistas, pero Alfredo siempre tenía su mirada en América Latina, y convirtió ese festival en otro donde no solo había películas de los países socialistas, sino del Tercer Mundo y sobre todo de América Latina. Ahí se comprueba que hay una capacidad organizativa y se decide para 1979 crear el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
La vida cambió —y Cuba también— y ese movimiento se fue transformando. Algún cineasta en el continente había ido a estudiar a París o a Londres, pero en su gran mayoría eran autodidactas, y por eso se crea la Escuela Internacional de Cine de San