Siempre hubo películas musicales que buscaron capitalizar el éxito de determinado solista (Frank Sinatra, Bing Crosby, Sara Montiel, Carlos Gardel) construyendo un argumento simple que permitiera al intérprete detenerse de pronto y ponerse a cantar (o bailar, si eras Fred Astaire o Gene Kelly) sobre un acompañamiento que salía de quién sabe dónde. Con el advenimiento del rock, las cosas no cambiaron mucho: Elvis Presley protagonizó varias decenas de historias fílmicas cundidas de hits; los Beatles, los Monkees, Dave Clark Five, Herman´s Hermits, los Bee Gees también hicieron lo suyo en este sentido. Sin embargo, algunos músicos de esa generación no se conformaron con tocar dentro o fuera de la pantalla, sino que, fieles al espíritu de experimentación que pronto fue caracterizándoles, probaron fortuna en otras áreas creativas, bien escribiendo narrativa y poesía, bien actuando en películas no necesariamente centradas en la música.
Lo anterior no significa que siempre el experimento funcionara.
En 1967, Richard Lester, que había dirigido las dos primeras películas de los Beatles —A hard day´s night (1964) y Help! (1965)— le propuso a John Lennon asumir la parte del soldado Gripweed en How I won the war. Lennon aceptó y marchó a rodar en Almería durante varias semanas. Aunque hay un monólogo que entrega con razonable dignidad, no se convirtió en un nuevo Charles Laughton.
George Harrison produjo (y tiene en ella un minúsculo cameo) Life of Brian (1979), de Monty Python. Luego realizó otro cameo, interpretando a un periodista, en The Rutles (1978) de Eric Idle, ex-Python. Después, con su compañía Handmade Films, siguió produciendo cintas (algunas relacionadas con Monty Python) con variable éxito.
Paul McCartney… bueno, aparte de su fugaz aparición como un pirata poco o na