Analizar el texto martiano conocido como «La futura esclavitud» debe tener como premisa el conocimiento de las ideas esenciales de Herbert Spencer, así como las apreciaciones de José Martí acerca del filósofo británico, publicadas con anterioridad y luego del artículo enunciado, que estudiaremos más adelante.
La primera mención conocida sobre Spencer en las obras de Martí se encuentra en «Poetas españoles contemporáneos», publicada en The Sun, de Nueva York, el 26 de noviembre de 1880, en el que sugiere a los hispanos «razonar con el mundo, trabajar en las fábricas y buscarse sitio entre los que piensan como Herbert Spencer, se quejan como Heine, dudan como Byron y desprecian como Leopardi». [Ver OC, t. 15, p. 25] [1] Pensar como el filósofo inglés significaba ocupar un sitial en el universo moderno.
Cuando el poeta cubano escribió estas líneas, Spencer (1820-1903) era uno de los intelectuales más conocidos no solo entre filósofos y sociólogos de su época, sino también en un vasto público dentro y fuera de su país. Por sus concepciones novedosas y audaces era a la vez admirado y rechazado por sus contemporáneos, pues sus ideas removían los cimientos sociales al enfrentarse a las creencias religiosas tanto como a las bases jurídicas, políticas y económicas tradicionales. Su éxito le permitió dedicar todos sus esfuerzos a la creación, gracias a los resultados de la venta de sus libros. [2]
José Martí se hallaba entre quienes, a la vez, admiraban, compartían y rechazaban partes específicas de la obra de Spencer, cuyo laicismo y labor como estudioso y divulgador de las últimas conquistas de las ciencias lo hacían una figura reconocida en América Latina. Su positivismo exaltaba la capacidad creativa del hombre, el desarrollo industrial basado en la aplicación de las ciencias, y se consideraba aliado del liberalismo y defensor de la democracia.
En los países de Nuestra América, en la segunda mitad del siglo XIX, donde se enfrentaban los sectores progresistas contra las oligarquías retrógradas en el intento por impulsar transformaciones conducentes a un nuevo orden social, sus ideas tenían un carácter progresista. En Cuba, quienes se identificaron con este pensamiento —cuyo más conspicuo representante fue Enrique José Varona— fueron valorados por el poder colonial como incitadores del independentismo.
Esta función progresista del positivismo en el continente, donde el spencerismo tuvo amplia recepción —aunque en ciertos países como México, Brasil y Chile la influencia mayor era de Auguste Comte [3]—, validan las palabras de Martí en su discurso ante los delegados a la Conferencia Internacional Americana, realizada en Washington en 1889, cuando expresó que nuestros pueblos avanzaban «con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro». [OC, t. 6, p. 139]
Pero no hubo en el patriota antillano una aceptación acrítica de aquella tendencia, de la cual se distanciaba en diversos planos ideológicos, sociopolíticos y estéticos. Martí