¿Cómo conectar con nuestros hijos cuando muchas veces el cuerpo está presente, pero la mente divaga entre lo que haremos de comida luego, la montaña de ropa por lavar que se acumula, el desorden en la casa y los pendientes laborales?
La mapaternidad es un desafío. Hay momentos en los que sentimos que no conectamos con nuestra realidad ni con nuestras parejas ni con nuestros amigos ni siquiera conectamos con nosotros mismos. Entonces conectar con nuestros hijos también se vuelve un reto, porque nos abruman las responsabilidades diarias y las preocupaciones que van apareciendo con el propio proceso de crecer.
Es como habitar dos mundos diferentes. Con un pie en el mundo adulto y el otro intentando sumergirse en el universo infantil. Te cuestionas cada paso, el camino asusta y cargas con la culpa que te acompaña en ambos mundos.
El desafío de ser madre en una sociedad que exige nuestra presencia en distintos frentes nos lleva a realizar constantes malabares en ese intento por equilibrar la atención entre las obligaciones cotidianas y el anhelo de estar completamente presentes para nuestros hijos.
En medio del torbellino de tareas pendientes, a veces nos sentimos como espectros: físicamente ahí, pero mentalmente enredados en el cúmulo de responsabilidades que pesan sobre nuestros hombros. Así, los juegos, las risas y las conversaciones con los pequeños se tornan en esfuerzos por separar la mente de las incesantes preocupaciones.
Los niños no divagan como hacemos los adultos. Ellos disfrutan el aquí y el ahora, sin excesos de pasado o futuro, y nos obligan a seguirles el ritmo. Nuestros hijos nos invitan a estar, aunque a veces no sabemos cómo y nos cuesta vivir el presente, que es un regalo que no podemos perdernos.
Estar y no estar: ¿ahí está el problema?
La dualidad genera un torbellino emocional interno que puede resultar agotador. Es el deseo sincero y profundo de estar completamente presente para tus hijos, sentir su risa, entender sus emociones, ser su ancla en el mundo, pero al mismo tiempo experimentar esa profunda frustración al darte cuenta de que, a pesar de tu presencia física, a veces no estás ahí emocionalmente.
La desconexión entre la presencia física y la atención plena puede tener consecuencias significativas en la relación con tus hijos. A pesar de que muchas veces es apenas perceptible la distancia sentimental, puede ser detectada por los niños que son increíblemente sensibles a las señales emocionales de sus cuidadores.
La falta de atención plena puede traducirse en momentos en los cuales los niños sienten que no están siendo escuchados, que sus emociones no son comprendidas o que no se les brinda el apoyo que necesitan. Esta percepción puede afectar su sensación de conexión con los padres y minar la confianza en la relación, lo que puede generar un impacto en su desarrollo emocional.