Son las dos de la mañana del día 24 de junio en la villa de San Juan de los Remedios. La fecha marca un aniversario más de la fundación del sitio y el pintor Gólgota Gómez conversa conmigo en su habitación del Hotel Barcelona. Ya son más de tres horas que van de diversos temas, desde su infancia en la ciudad hasta los sucedidos más originales en el campo de la creación y de la apreciación de las artes visuales. Criado en el callejón del Hacha, en el sur de Remedios, Gólgota decidió un día irse a La Habana, donde trabaja como profesor y promotor. Allá, cada año organizaba el evento Viaje a la Semilla, que aunaba a artistas del centro de Cuba para precisamente, volver a los orígenes. Su apego por la arqueología y la historia lo llevan a ser un incansable intérprete de los valores de su tierra natal, cuya esencia él admira. Uno de sus cuadros emblemáticos, hoy desaparecido de hecho, representaba a San Juan Bautista (el patrón de Remedios) con un escudo de armas de la ciudad en sus manos.
Para Gólgota no hay temas que no deban ser tratados. Solo se guarda un secreto: su verdadero nombre. Por mucho que le insisto no me lo quiere decir. Él simplemente decidió firmarlo todo con su seudónimo que es, por demás, muy llamativo. Además de la pintura y la enseñanza, es un amigo de los habitantes de este lugar y en especial del difunto historiador Rafael Farto, quien fuese el baluarte por excelencia de Remedios. Gólgota creó durante la pandemia una Academia Popular online que estableció pautas en el aprendizaje a distancia, pues no son pocos los niños que han avanzado tanto en la creación como en el arte apreciativo a partir de esos talleres virtuales. Este proyecto hace que personas que están en cualquier parte puedan acceder a conocimientos valiosos y ponerlos en práctica, lo cual constituye un hito. Pero más allá de la pedagogía y de la obra en sí misma, el artista sabe que la reinterpretación de la realidad es un arte que va más allá de lo cotidiano, de lo cercano, así que es capaz de estar horas en devaneos sobre diversos temas y sacar a partir de un hilo de pensamiento un tema para un cuadro. La identidad cubana y sus vericuetos es una de esas esencias que le resulta atractiva, a la cual vuelve una y otra vez en su obra, sin que por ello se perciba reiteración o desgaste. Gólgota es un pintor de academia, pero con las manos y el corazón puestos en el pueblo. Su mayor sueño es la tranquilidad de la tarde para pintar.
Gólgota cuando viene a Remedios visita siempre dos lugares: la casa de sus abuelos en el callejón del Hacha y la loma del Texico al norte de la villa. Desde esos dos puntos estratégicos él ha hecho el trazado cultural de su visión de este sitio. Allí están dadas las esencias del paisaje que el autor lleva en su mente y que luego recrea, cuando se halla en la lejanía habanera y lo pica el gorrión de la nostalgia. Quizás porque para él no hay nada más importante que esa semilla a la cual se vuelve una y otra vez en busca de sentido. Según Gólgota todo se debe a que Remedios posee la capacidad de “echar palante” como dicen los cubanos, ya que la villa ha pasado por etapas de negación, aislamiento, precariedad, pero nunca desapareció ni perdió su orgullo. Este amor del artista por la villa lo lleva a afirmar, como se le ha escuchado en más de una ocasión en público, que Dios es remediano. En alusión a que en este sitio fueron vencidos los demonios que amenazaban con destruir el asiento poblacional allá por el siglo XVII.
Entre los muchos temas que conforman el entramado de sabiduría de Gólgota se hallan aquellos que definen los caminos de la historia. Buena parte del tiempo se la pasa estableciendo paralelismos, acotaciones, puntualizaciones en torno a este o aquel asunto. De hecho, en Remedios formó parte de las contradicciones que en el siglo pasado hubo en torno a la fecha fundacional, integrando uno de los famosos bandos en pugna. Resulta que los historiadores y amantes de la villa estaban divididos entre los partidarios de Natalia Raola y los de Juan Clemente Álvarez y se dieron encendidas polémicas públicas, solo propias del realismo mágico del lugar. Gólgota recuerda con cariño aquellos años de sano divertimento, donde algo como una fecha era capaz de quitarles el sueño a tantas personas serias y con cultura. Al punto de llegar a veces al plano personal.
Gólgota tiene una proyección universal, es un remediano que ha visto y ha apreciado lo mejor de las artes. Su vida en otras tierras lo hacen un ser capaz de amar más aún su lugar de origen. Nunca es baladí ni superficial, jamás se le escucha una palabra que no tenga una resonancia en cierta sabiduría de alguno de los campos de la academia. Desde la sociología hasta el pensamiento crítico, este hombre sabe aquilatar los valores de cada fenómeno y colocarlos en un plano de entendimiento y de identificación. Tras horas de hablar con él, uno siente que se ha adentrado en otra lógica, una manera diferente de entender la vida y sus variantes. Gólgota sabe pensar, deconstruir los prejuicios, hacer de las ideas un campo inabarcable, único, original. Su mayor mérito es este, el de la conversación, todo un arte en el cual puede batirse con los mejores polemistas, sacando una ventaja indiscutible a partir de sus conocimientos y sensibilidad.
Cuando me despido de él, le digo a modo de chanza si no le parece una exageración eso de que Dios es remediano. Con un gesto irónico, el artista me mira y responde: ¿y todavía lo dudas?
Gólgota volverá el próximo 24 de junio a esta ciudad, su semilla existencial. Entonces, seguiremos conversando.